SIR JOHN FRANKLIN (1786 - 1847)



Explorador del Ártico británico y capitán de la Royal Navy. Murió junto con todos los miembros de su expedición en el Ártico canadiense, mientras pretendían el Paso del Noroeste. El destino de esta expedición fue un misterio sin resolver hasta doce años después de su desaparición.

PRIMEROS VIAJES
John Franklin nació en 1786 en Spilsby, Lincolnshire. Era uno de los doce hijos de una familia que había prosperado gracias al comercio. Una de sus hermanas fue madre de Emily Tennyson, esposa del poeta Alfred Tennyson.
A pesar de la oposición inicial de su padre, Franklin estaba decidido a hacer carera en el mar. Finalmente, su padre cedió, permitiéndole que realizara un viaje de prueba en un barco mercante. Este viaje fortalecería la intención inicial del joven Franklin quien, con sólo 14 años, consiguió el consentimiento de su padre para alistarse en la Royal Navy, formando parte de la tripulación del HMS Polyphemus. Participó en 1801 en la primera batalla de Copenhague.
A continuación tomó parte junto a su tío, el capitán Matthew Flinders, en una expedición que exploró la costa de Australia a bordo del barco HMS Investigator. Al regresar de esta expedición volvió a las Guerras Napoleónicas, sirviendo en 1805 en la batalla de Trafalgar a bordo del HMS Bellerophon. En 1815 participó en la batalla de Nueva Orleans.
El primer viaje de Franklin al Ártico fue en 1818 como teniente bajo las órdenes de John Ross y aquellos territorios le fascinaron.
Entre 1819 y 1822, durante una desastrosa expedición a pie por los territorios del Noroeste de Canadá a lo largo del río Coppermine, perdió a once de los veinte miembros de la partida. La mayoría murió de hambre, pero hubo al menos un asesinato y se sospechó de algún caso de canibalismo. Los supervivientes tuvieron que comer trozos de grasa quemada con líquenes e incluso llegaron a comerse sus propias botas de cuero. Esto hizo que Franklin se ganara el apodo de “el hombre que se comió sus botas”.
A su regreso a Inglaterra en 1823, Franklin se casó con la poetisa Eleanor Porden (1795-1825). Ella murió de tuberculosis en 1825. Poco tiempo antes, su insistencia y su mal estado de salud habían logrado convencer a su marido de que no se embarcara en una nueva expedición ártica. Finalmente se realizó la expedición, esta vez mejor preparada y con más suministros, recorriendo aguas abajo el río Mackenzie para explorar el Mar de Beaufort.
En 1828 el rey Jorge IV le nombró caballero y ese mismo año se casó con Jane Griffin (1791-1875), una avezada viajera que se mostró indomable durante su vida en común.
Franklin fue nombrado gobernador de Tasmania en 1836, pero fue retirado del cargo en 1843, en parte por sus intentos de reformar la colonia penal allí emplazada.

DRAMA EN EL ÁRTICO
El hecho de desaparecer motivó una actividad frenética en el Ártico, Lady Franklin costeó varias partidas de búsqueda, mientras que otras se desplazaron simplemente porque su búsqueda había cautivado la imaginación popular. La situación llegó al punto de que había diez barcos británicos y dos estadounidenses dirigiéndose al Ártico. Sin embargo, el resultado no fue muy positivo, se perdieron muchas más vidas en la búsqueda de Franklin que las que supuestamente se iban a salvar, ya que, aunque su objetivo público era encontrarle, muchas de estas expediciones buscaban en realidad el Polo Norte.
Las baladas que contaban el destino de Franklin se volvieron bastante populares. Lady Franklin compuso la elegía Lord Franklin en recuerdo de su marido.
En el verano de 1850, varios de los navíos que buscaban la expedición de Franklin convergieron en la isla Beechey, en el canal de Wellington, lugar donde se encontraron los primeros rastros de la expedición desaparecida: las tumbas de tres hombres que habían muerto por causas naturales en 1846. Pero ni Franklin ni sus hombres habían dejado mensaje que pudiera orientarlos en su búsqueda.
En 1854 el explorador John Rae descubrió más evidencias del destino corrido por la expedición de Franklin. En realidad, Rae no estaba buscando a Franklin, sino que estaba explorando la península de Boothia para la Hudson Bay Company. Durante su viaje, Rae encontró un inuit que le habló de un grupo de 35 o 40 hombres blancos que habían muerto de hambre cerca de la desembocadura del río Back. El inuit le mostró varios objetos que fueron identificados como pertenecientes a Franklin y sus hombres, así como cuchillos hechos con trozos de acero de los barcos abandonados.
Lady Franklin encargó una última expedición bajo el mando de Francis Leopold McClintock con el objetivo de investigar los informes de Rae. En el verano de 1859, la partida de McClintock encontró un documento en un mojón de piedras levantado en la primera expedición de James Clark Ross unos años antes en la isla del rey Guillermo. Dicho documento había sido escrito en dos fechas diferentes. En la primera en mayo de 1847, redactada por el teniente Gore, un oficial de la expedición, se describía de forma sucinta la ruta de la expedición hasta ese momento. La segunda y posterior, de 25 de abril de 1848, firmada por James Fitzjames y Francis Crozier, capitanes del HMS Erabus y el HMS Terror, respectivamente, daba noticia de la tragedia que estaba aconteciendo a la expedición, fechando la muerte de Franklin el 11 de junio de 1847 y proporcionando además otros detalles, como que los barcos habían quedado atrapados en el hielo desde el 12 de septiembre de 1846 y que hasta esa fecha nueve oficiales y quince hombres habían muerto y los supervivientes habían abandonado los barcos el 22 de abril para dirigirse al sur e intentar alcanzar el río Back.
McClintock también encontró varios cuerpos y una increíble cantidad de equipo abandonado, recabando de los inuit más detalles del desastroso final de la expedición.

TEORÍAS SOBRE LA DESAPARICIÓN DE FRANKLIN
Existen varias teorías acerca de lo que les sucedió a Franklin y sus hombres. Franklin era del tipo de oficiales imperiales que creían que la naturaleza podía ser sometida por la civilización, por lo que entre el equipo de la expedición llevaba una vajilla de plata y jarras de cristal. Es posible que las limitaciones impuestas por este equipaje supusieran una cantidad insuficiente de material verdaderamente imprescindible. Esto, unido a la falta de interés o a la incapacidad para aprender las técnicas de supervivencia de los nativos inuit podría haber desencadenado el desastre.
Por otra parte, sus barcos se quedaron atrapados en el hielo durante los inviernos, mucho más tiempo del que ellos habían previsto. También se sugirió la posibilidad de que la expedición falleciera por un envenenamiento a causa del plomo que podrían haber ingerido con la comida enlatada. En aquella época este tipo de latas iban selladas con dicho metal. En los esqueletos y muestras de tejidos blandos de los exploradores se encontraron evidencias a favor de esta hipótesis,
También se encontraron pruebas de que recurrieron al canibalismo. Sin embargo, según las descripciones aportadas por los inuit, la causa más probable de la muerte de los expedicionarios fue el escorbuto. Finalmente, puede que todo se debiera a una combinación de mal clima, intoxicación con la comida enlatada, una pobre planificación y una mala salud.