Poco se sabe de él, ya que la única fuente de que se
dispone es su Libro de Viajes. Aunque escritores no judíos le titulan
frecuentemente como rabí, no existen pruebas concluyentes de que lo
fuese. Hijo del rabí
Jonás y hombre preparado, pues tenía formación en historia, además de ser conocedor
de diferentes lenguas: hebreo, arameo, griego, latín y árabe,
además del euskara, la lengua vasca que se hablaba en el Reino de Navarra, su
tierra natal.
A TRAVÉS DE
EUROPA Y ORIENTE
Podría fijarse el inicio de sus viajes entre 1159 y
1167 (reinando en Navarra Sancho VI “el Sabio”) y su regreso en
1172-1173 (año 4933 del calendario judío). Según esto, sus viajes tuvieron una
duración mínima de cinco años y una máxima de catorce. Esta última hipótesis
parece la más probable, dado que su última etapa -desde que abandona Egipto
hasta que llega a España- duró por lo menos un año.
Tampoco se conoce la finalidad de estos viajes, si
bien parece que Benjamín de Tudela pudiera haber sido comerciante en piedras
preciosas, puesto que consta que en más de una ocasión mostró vivo interés por
el comercio del coral. En su viaje tomó contacto con las comunidades judías que
se iba encontrando.
En total, visitó ciento noventa ciudades de Europa y
Oriente, convirtiéndose en una de las primeras fuentes de la demografía
judía. Su interés se centró en los judíos y su situación, describiendo
personalidades, centros de estudios, población, formas de vida, dificultades y
éxitos. También habla de los grandes acontecimientos políticos e históricos de
su época.
Su Libro de Viajes (Séfer Masaot),
publicado en hebreo en Constantinopla en 1543, se basa en las notas
e impresiones recogidas durante su largo periplo. Desde Tudela, en el sur de
Navarra, desciende por el valle del Ebro: Zaragoza, Tortosa, Tarragona, Barcelona
y penetra en Provenza
a través de Gerona.
Se embarca en Marsella
y viaja a Génova, Pisa, Lucca y Roma, ciudad en la que
debió detenerse durante un tiempo, a juzgar por el minucioso relato que ofrece
de sus monumentos. Esta parte primera de su viaje es un buen testimonio de las
tempranas vías romeas.
Deja Roma y se encamina hacia el sur, donde llega a Salerno.
Embarca nuevamente en Otranto, pasa por la isla griega Corfú,
en el mar Jónico y Arta.
Atraviesa grecia
y se detiene en Constantinopla, de la que ofrece una viva descripción, de gran
importancia para el conocimiento de las condiciones y situación socioeconómica
de sus habitantes en aquel momento.
Cruza el mar Egeo (islas Mitilene, Chíos, Samos, Rodas) Chipre. Ya en tierra firme, pasa por Antioquía, Sidón y Tiro, entrando en Palestina por Acre,
en aquellos momentos en manos de los cruzados.
Recorre el país y describe detalladamente los Santos Lugares, dejando un documento de especial interés para el
conocimiento de la Palestina de aquella época, con alusión a las diversas
comunidades étnicas y religiosas de la zona, incluidas confesiones
minoritarias, como los drusos.
De camino hacia el Norte, pasa por Tiberiades, Damasco, Alepo y Mosul,
con un itinerario difícil de precisar. Llega a Bagdad,
ciudad que describe con mayor extensión que cualquier otra. Es probable que
viajara a lo largo y ancho de Mesopotamia y Persia,
aunque en estos relatos abundan los materiales legendarios. Es improbable que
se aventurase a traspasar estos ámbitos geográficos, aunque se esforzó por
reunir noticias sobre las comunidades judías de lugares a los que no viajó,
como Arabia, Persia, Asia Central, India o Ceilán,
e incluso menciona la existencia de la judería de Kai Fong en China.
Ya de vuelta, hace una admirable descripción de Egipto
y en especial, de la vida de los judíos en El Cairo y Alejandría,
ciudad en la que embarca para llegar a Sicilia.
Nos da una descripción cuidadosa y pintoresca de Palermo.
De allí, probablemente, regresa a España por mar, aunque el itinerario finaliza
con una idealizada visión de la vida judía de Alemania y del norte de Francia,
basada tal vez en relatos que llegaron a sus oídos.
Se cree que falleció a la edad de 43 años.