(2ª Parte)
CAMINO DEL POLO SUR
(1910-1912)
La Real Sociedad Geográfica expresó su esperanza de que la Expedición Terra Nova pudiera ser principalmente
científica, con la exploración y el Polo Sur como objetivos secundarios, pero a
diferencia de la Expedición Discovery,
nadie de esta Sociedad o de la Real Society
estuvo a cargo en esta ocasión. En su folleto de la expedición Scott dejó claro
que su objetivo prioritario era alcanzar el Polo Sur, y así asegurar para el
Imperio Británico el gran honor de este logro. Como Markham observó, Scott “había sido mordido por la manía del Polo”.
Scott no sabía que la
expedición iba a ser una carrera hasta que recibió en Melbourne un telegrama
del noruego Roald Amundsen, en octubre de 1910. Antes de esto, el británico
había estado configurando la expedición de acuerdo a sus preferencias, sin las
restricciones de ninguna comisión mixta. En lo que a transporte se refería,
decidió que los perros de trineo serían sólo un elemento dentro de una compleja
estrategia que también implicaba caballos y trineos motorizados, además de
mucha mano de obra humana. Scott no sabía nada de caballos, pero le pareció que
a Shackleton le habían sido muy útiles y decidió emplearlos. El experto en
canes Cecil Meares fue a Liberia a seleccionar perros y Scott le ordenó que
cuando estuviera allí comprara ponis manchúes. Meares no era un buen comprador
de caballos y los ponis que eligió resultaron ser en su mayor parte poco aptos
para una estancia prolongada en la Antártida. Mientras
tanto, Scott viajó a Francia y Noruega para probar trineos motorizados y
reclutó a Bernard Day, de la expedición de Shackleton, como experto en este
tema.
PRIMERA TEMPORADA
La propia expedición
sufrió pronto algunas desgracias que dificultaron los trabajos durante la
primera temporada y entorpecieron los preparativos para la principal marcha
polar. En su viaje de Nueva Zelanda a la Antártida, el Terra
Nova quedó atrapado en el hielo durante veinte días, mucho más tiempo que
otros barcos, por lo que llegaron a finales de la temporada y tuvieron menos
tiempo para los preparativos previos al invierno antártico. Uno de los trineos
motorizados se perdió durante el desembarco al hundirse bajo el mar helado.
El empeoramiento de las
condiciones climatológicas y los ponis débiles y mal aclimatados afectaron al
despliegue inicial del viaje por lo que el principal punto de suministro, One
Ton Depot, hubo de situarse a 56 kilómetros al norte de su ubicación planeada
en 80º S.
Lawrence Oates, encargado
de los ponis, aconsejó a Scott que sacrificara los ponis para obtener comida y
que avanzara el punto de suministro al lugar previsto inicialmente, pero éste
se negó a ambas cosas. Se afirma que Oates le dije a Scott “Señor, me temo que va a lamentar no aceptar mi consejo”. Seis
ponis murieron durante este viaje, ya sea por frío o porque hubieron de ser
sacrificados para no ralentizar al equipo. Durante el retorno a su base
tuvieron noticia de la presencia de Amundsen, que había acampado en la bahía de
las Ballenas, a unos 320
kilómetros al este de la posición británica, con su
equipo y un gran contingente de perros.
VIAJE AL POLO SUR
El 1 de noviembre
comenzó la marcha hacia el sur, compuesta por una caravana de grupos mixtos de
transporte (trineos motorizados, perros y ponis) y trineos a distintas
velocidades, todo esto diseñado para dar apoyo al grupo final de cuatro hombres
que intentaría llegar al Polo Sur. Scott ya había bosquejado previamente sus
planes para el viaje al sur a todo el grupo en la costa, aunque sin especificar
el papel de cada uno, por lo que nadie conocía quienes compondrían el grupo
polar definitivo. Durante el viaje Scott emitió varias órdenes conflictivas
sobre el uso futuro de los perros en la expedición, y no dejó claro si serían reservados
para próximas operaciones científicas o para asistir al grupo a su vuelta a
casa. Los subordinados de Scott regresaron a la base sin estar seguros de sus
intenciones, y por tanto no recurrieron a los perros en un intento de apoyar al
grupo que retornaba del polo en el caso que surgiera la necesidad.
El grupo sur fue reduciendo su número a medida que los
sucesivos equipos de apoyo se daban la vuelta. Para el 4 de enero de 1912 los
dos últimos grupos de cuatro hombres habían alcanzado la latitud 87º 34’ S. Scott anunció su
decisión: cinco hombres (el propio Scott, Edward Wilson, Henry Bowers, Lawrence
Oates y Edgar Evans) seguirían adelante y los otros tres (Teddy Evans, William
Lashly y Tom Crean) podrían regresar. El grupo elegido prosiguió su marcha y
alcanzó el Polo Sur el 17 de enero de 1912, pero solo para encontrarse que los
noruegos de Roald Amundsen lo habían hecho cinco semanas antes. La angustia de
Scott ante ese descubrimiento quedó reflejada en su diario: “Lo peor ha sucedido. Todos los sueños del día se han evaporado. Dios
mío, este lugar es horrible”.
ÚLTIMA MARCHA
El desmoralizado grupo
de exploradores comenzó el viaje de retorno de 1300 kilómetros el
día 19 de enero de 1912. Al día siguiente Scott escribió: “Me temo que el viaje de regreso va a ser terriblemente agotador y
monótono”. Sin embargo, a pesar del mal tiempo, el grupo avanzó a buen
ritmo y habían recorrido los 500 kilómetros de la etapa de la llanura
antártica para el 7 de febrero. En los días siguientes el grupo afrontó el descenso
de 160 kilómetros
del glaciar Beardmore, donde se deterioró mucho la condición física de Edgar
Evans, circunstancia que ya había advertido con preocupación Scott el 23 de
enero. Una caída el 4 de febrero dejó a Evans desmoralizado e incapaz, y el día
17, tras una nueva caída, murió cerca del pie del glaciar.
Con 670 kilómetros
todavía por desandar a través de la barrera de hielo de Ross, las perspectivas
del grupo empeoraron mientras avanzaba hacia el norte con un tiempo cada vez
peor, congelación ceguera de las nieves, hambre y agotamiento general. El 16 de
marzo Oates, cuya condición se había deteriorado por el empeoramiento de una
antigua herida de guerra hasta el extremo de no poder caminar, salió
voluntariamente de la tienda de campaña y se alejó hasta morir congelado. Scott
dejó escrito que sus últimas palabras fueron: “Voy a salir fuera y puede que por algún tiempo”.
Después de caminar otros
30 kilómetros,
los tres miembros restantes del grupo montaron su último campamento el 19 de
marzo, a unos 19
kilómetros del depósito de suministros One Ton Depot,
pero a 38 kilómetros
de la localización prevista originalmente para este. Al día siguiente una
fuerte ventisca les impidió hacer ningún progreso, y en los siguientes nueve
días, con sus suministros agotándose, los dedos congelados, la luz escasa y las
tormentas azotando el exterior de la tienda, Scott escribió sus últimas
palabras, a pesar de haber renunciado a continuar su diario el 23 de marzo,
para concluir así: “Última entrada. Por
el amor de Dios, cuida de nuestra gente”.
Dejó cartas dirigidas a
las madres de Bowers y Wilson, a varias personas importantes como su antiguo
comandante Sir George Egerton, a su propia madre y a su esposa. También
escribió un mensaje al público, esencialmente una defensa de la organización y
conducta de la expedición en la que atribuía el fracaso del grupo al mal tiempo
y otras desgracias, pero finalizando con una inspiradora nota que decía: “Tomamos riesgos, lo sabíamos, las cosas han
ido en nuestra contra y por lo tanto no tenemos motivo de queja, sino solo
someternos a la voluntad de la
Providencia, determinados todavía a hacer lo mejor hasta el
final… Si hubiéramos vivido, debería haber contado la historia de la audacia,
resistencia y coraje de mis compañeros, que han llenado el corazón de todos los
ingleses. Éstas ásperas notas y nuestros cadáveres deberán contar la historia.
Sin duda, un gran país como el nuestro se encargará de que todos los que
dependen de nosotros estén adecuadamente provistos”.
Se calcula que Scott
debió morir el 29 de marzo de 1912, un día después de escribir estas notas. Las
posiciones de los cuerpos en la tienda de campaña cuando fueron descubiertos
icho meses después sugieren que Scott fue el último de los tres en fallecer.
Los cuerpos de Scott y
sus compañeros fueron descubiertos por un grupo de búsqueda el 12 de noviembre
de 1912. También se recuperaron sus escritos. Su último campamento se convirtió
en su tumba, pues se erigió un montículo de nieve sobre él coronado por una
cruz cristiana. En enero de 1913, antes de que el Terra Nova zarpara de vuelta, los carpinteros del barco elaboraron
una gran cruz de madera, sobre la que se inscribieron los nombres de los
fallecidos y una línea del poema Ulises
de Alfred Tensión: “Esforzarse, buscar,
encontrar y no ceder”. La cruz se colocó como memorial permanente en lo
alto de la colina Observation Hill, sobre el campamento de la península Hut
Point.
El mundo supo de la
tragedia cuando el Terra Nova llegó a
Oamaru en Nueva Zelanda, el 10 de febrero de 1913. Pocos días después Scott se
convirtió en un icónico héroe británico y el fervor patriótico del Reino Unido
se despertó coincidiendo con el funeral y memorial en la catedral de San Pablo
de Londres. El periódico London Evening
News hizo un llamamiento para que la historia se estudiara en todas las
escuelas del país.
Los supervivientes de la
expedición fueron extensamente honrados a su retorno, con medallas y ascensos
para el personal naval. En lugar del nombramiento de caballero que habría
recibido su marido si hubiera sobrevivido, a Kathleen Scott se le garantizó el
rango y la distinción de una viuda de un caballero comandante de la Orden del Baño.
En 1922 ella se casó con
Edward Hilton Young, que luego sería Lord Kennet y la convertiría a ella en Lady
Kennet, y fue una firme defensora de la reputación de Robert Scott hasta su
muerte, en 1947, a
los 69 años.