Nacido
en la provincia de Valencia, entonces taifa andalusí, e hijo de un funcionario
público, estudió en Xátiva, para trasladarse después a Granada, donde según el
estilo de la época estudió el Corán, derecho y literatura. Se convirtió más
tarde en secretario de la cancillería del gobernador valenciano, Abu Said Utman
Abd al-Munim, hijo del califa almohade de Al-Andalus. Durante esta estancia
compuso muchos poemas, pero en 1182 tomó la decisión de llevar a cabo su deber
de la peregrinación a La Meca
con el fin de expiar un pecado supuestamente obligado por el gobernador
almohade o como resultado de una crisis religiosa interior.
VIAJE DE CEUTA A ALEJANDRÍA
Ibn
Yubar salió de Granada y cruzó el estrecho de Gibraltar hacia Ceita, en ese
momento todavía bajo el dominio musulmán. Abordó en Ceuta un barco genovés el
24 de febrero de 1183 y zarpó hacia Alejandría. Su viaje por mar le llevó más
allá de las islas Baleares y, a continuación, a través de la costa occidental
de Cerdeña. Entre Cerdeña y Sicilia el buque se encontró con una fuerte
tormenta, sobre la que tanto los italianos como los musulmanes de a bordo que
tenían experiencia dijeron “dijeron estar
de acuerdo en que nunca en sus vidas habían visto tal tempestad”. Después
de la tormenta, el buque pasó por Sicilia, Creta y luego viró hacia el sur y
cruzó a lo largo de la costa del norte de África, llegando a Alejandría el 26
de marzo.
EGIPTO
Todas
las descripciones de los lugares que visitó en Egipto estuvieron llenas de
elogios para el nuevo gobernante sunita, Saladino. Por ejemplo, llegó a decir
de él que “No hay congregación ordinaria
o mezquita, ni mausoleo construido sobre una tumba, ni hospital, ni universidad
teológica donde la abundancia del Sultán no se extienda a todos los que buscan
vivienda o viven en ellos”. Señaló asimismo que cuando las inundaciones del
Nilo no eran suficientes, Saladino reducía el impuesto sobre la tierra de los
agricultores o que “tanta es la justicia
y seguridad que ha traído a sus rutas que los hombres en sus tierras pueden
dedicarse a sus asuntos por la noche y no temer a la oscuridad”.
Sin embargo, Ibn Yubair,
no hizo mención alguna de los cristianos coptos, que formaban la gran mayoría
de la población egipcia de la época, y llegó a denigrar con frecuencia de la
anterior dinastía chiita, los
fatimíes.
ALEJANDRÍA
A su
llegada a Alejandría, Ibn Yubair se enojó con los funcionarios de aduanas que
insistían en la recaudación del zakat
de los peregrinos, independientemente de si estaban obligados a pagar o no. En
la ciudad visitó el Faro de Alejandría, que en ese momento estaba todavía en
pie, y se sorprendió por su tamaño y esplendor. También quedó impresionado por
la libertad de los colegios, albergues para estudiantes extranjeros, los baños
y los hospitales de la ciudad, todos ellos pagados por las fundaciones
religiosas y los impuestos sobre los dhimmis
judíos y cristianos de la ciudad. Llegó a mencionar que había entre ocho mil y
doce mil mezquitas en Alejandría, la cual dejó atrás después de una estancia de
ocho días para dirigirse a El Cairo.
EL CAIRO
Después
de un viaje de tres días, Ibn Yubair llegó a El Cairo. En ella visitó el
cementerio de Al-Qarafah, donde se encontraban las tumbas de muchos personajes
importantes en la historia del Islam, tales como Hussein, mártir chiita, y señaló que los esclavos
cristianos extranjeros estaban ampliando los muros de la ciudadela con el
objeto de rodear toda la ciudad. Otra de las obras en construcción que
contempló fue un puente sobre el Nilo, que sería lo suficientemente elevado
como para no ser sumergido por la inundación anual del río. Describió también
un espacioso hospital gratuito que se dividía en tres secciones: para hombres,
mujeres y enfermos mentales. Contempló las pirámides, sin explicarse para qué
se habían construido, así como la esfinge, a la que los locales llamaban “Padre
de los Terrores”.
“Las antiguas pirámides, son construcciones maravillosas, un espectáculo
extraordinario, son de forma cuadrada, como si fuesen varias tiendas plantadas,
alzándose en el aire del cielo y llenan en altura al espacio aéreo. La anchura
de una de ellas, desde una de sus esquinas a la otra, es de 366 pasos. Han sido
levantadas con enormes piedras talladas, ensambladas de forma impresionante en
insólita cohesión… Si las gentes de la tierra deseasen demoler su construcción
les sería imposible… Nadie sabe lo que son, salvo Dios, poderoso y grande…”
OTROS VIAJES
Ibn
Yubair ascendió después el Nilo hasta Assuán y cruzó el Mar Rojo hacia Jedda y
desde allí a Medina y La Meca,
donde residió varios meses. Más tarde se dirigió al norte hacia Jerusalén,
Damasco, Mosul, Bagdad y Acre, volviendo en 1185 a través de Sicilia, de
nuevo a bordo de un barco genovés. Su travesía no estuvo falta de peripecias,
incluido un naufragio.
Ibn
Yubair llegó a una detallada y muy gráfica descripción de los lugares que
visitó durante sus viajes en su libro Rihla
(Los viajes). A diferencia de sus contemporáneos, no escribió simplemente una
mera recopilación de topónimos y descripciones de monumentos, sino que mostró
un análisis en profundidad por medio de la observación de detalles geográficos,
así como culturales, religiosos y políticos. Especialmente interesantes fueron
sus notas acerca de la disminución de la fe de sus compañeros musulmanes en
Palermo después de la reciente conquista normanda, y lo que percibió como la
influencia musulmana sobre las costumbres de Guillermo II, rey de Sicilia.
La relevancia
de Ibn Yubair como viajero se debe principalmente a que su libro se convirtió
en una de las fuentes más importantes con que se contó a partir de entonces
para saber cómo se encontraba el mundo mediterráneo en general, los países bajo
dominio islámico, la Sicilia
normanda, la navegación contemporánea y las relaciones entre musulmanes y
cristianos en el siglo XII. Yubair fue el creador de todo un género en la
literatura árabe: La Rihla o relación del viaje que luego se
continúa y reproduce sistemáticamente. En él daba explicaciones detalladas del
Mediterráneo en la época de las Cruzadas. Fue escrito con un estilo claro y
elegante, manejando una lengua variada, a veces seca y difusa, con frecuencia
colorista y pintoresca. Se trataba de un hombre inteligente, observador,
tolerante, espiritual y a menudo jocoso. Entre sus imitadores destacaron el
famoso viajero de Tánger Ibn Batuta, que se inspiró e incluso reprodujo
párrafos exactos de los relatos del valenciano.
Una
cita muy conocida fue la descripción de los musulmanes que vivían en el reino
de Jerusalén tras la cruzada cristiana: “Hemos
dejado Tibnin por un camino lleno de granjas donde vivían los musulmanes, que
prosperan bajo el dominio cruzado… Los musulmanes son propietarios de sus casas
y se administran a su modo. Ésta es la forma en que las grandes granjas y
aldeas están organizadas en territorio franco. Muchos musulmanes están muy
tentados a establecerse aquí cuando ven las terribles condiciones en que sus
hermanos viven en los distritos bajo el mandato musulmán. Por desgracia para
los musulmanes, tienen siempre motivos para quejarse sobre las injusticias de
sus jefes en las tierras regidas por sus correligionarios, mientras que no
pueden tener más que elogios para el comportamiento de los francos, en cuya
justicia siempre pueden confiar”.
Yubair viajó hacia Levante dos veces más
(1189-1191 y 1217), pero no dejó constancia escrita de tales viajes. Murió en
Egipto, donde parece que se dedicó a la enseñanza durante el segundo de estos
viajes.