ANDRÉS DE URDANETA (1508 - 1568)



Destacado marino, explorador, cosmógrafo y religioso agustino nacido en Villafranca de Oria, actual Ordizia (Guipúzcoa). Habiendo iniciado su carrera militar muy joven, tomó parte como soldado en diversas campañas europeas, sin embargo, la fama le llegaría más tarde, merced a los descubrimientos que hizo en aguas del océano Pacífico, llegando a situarse entre los más notables navegantes y exploradores españoles del siglo XVI.
Siendo sus padres Don Juan Ochoa de Urdaneta y Doña Gracia de Cerain, ambos de ilustre linaje, aunque la tradición sitúa su lugar natal en el caserío de Oyanguren, parece más lógico suponer que se hallaba en el casco de la villa. De joven recibió una esmerada educación, destacando en las matemáticas, aparte del dominio del latín y la filosofía.

LA EXPEDICIÓN DE LOAYSA
Su primer viaje fue con la escuadra de la expedición que fray García Jofre de Loaysa, comendador de la Orden de Santiago, organizó hacia las denominadas islas de las Especias. En 1524 zarparon las siete naves del puerto de La Coruña, donde se había creado una Casa de la Especiería. El piloto mayor de esta expedición y segundo de la misma era Juan Sebastián Elcano.
El viaje, que resultó un fracaso, se convirtió en un combate casi permanente contra el hambre, el escorbuto y también contra los portugueses asentados en las islas de las Especias, situadas en el archipiélago malayo. Mención especial mereció la labor de Urdaneta en los combates que tuvieron lugar en las islas de Tidore, en donde los portugueses apresaron la única de las siete naves de  la expedición que consiguió llegar hasta allí.
Tras años de cautiverio en manos portuguesas, los españoles fueron liberados en virtud de un acuerdo firmado en 1527 entre España y Portugal, el denominado Tratado de Zaragoza, por el cual se concedía a los españoles el derecho de permanencia en las islas de las Especias a cambio de una compensación económica. De esta forma, los restos de esta expedición y de la comendada por Hernán Cortes que, al mando de Álvaro de Saavedra, había ido a México en 1527 para recabar noticias, regresaron dese las Molucas a España en 1536 en un solo barco, completando la segunda vuelta al mundo.
Aunque Elcano y Loaysa murieron en el transcurso de esta expedición, Urdaneta reunió una importante cantidad de información geográfica e histórica, que más tarde le fue arrebatada por los portugueses en la ciudad de Lisboa.

FRAILE EN LA ORDEN DE LOS AGUSTINOS
Tras algún tiempo en la Península, Urdaneta se desplazó en 1538 a México. Una vez allí recibió varios cargos oficiales, como el de Corregidor de la mitad de los pueblos de la zona de Avalos y el de Visitador de las localidades de Zapotán y Puerto de Navidad.
Varios años después, en 1553, Urdaneta ingresó como fraile en la Orden de los Agustinos y a partir de entonces se retiró del mundo.
Sin embargo, bajo el reinado de Felipe II volvió el interés por la expansión y especialmente por el océano Pacífico y de una forma más concreta por las islas Filipinas, bautizadas así años antes en honor del monarca.
Luis de Velasco, virrey de la Nueva España, informó al monarca de que Andrés de Urdaneta vivía retirado en un convento. Por su parte, Felipe II escribió una carta al virrey ordenándole que se construyeran nuevas naves para proseguir con los descubrimientos. Asimismo, escribió también a Urdaneta para pedirle que, como servicio a la monarquía y debido a su dilatada experiencia, se pusiese al mando de una nueva expedición.
Urdaneta, pese a su avanzada edad y delicado estado de salud  aceptó, aunque no como rector y capitán general, sino en cargo de asesor. Para comandar la misma, Urdaneta sugirió -sugerencia que fue aceptada-, el nombre de Miguel López de Legazpi, quien fue escribano y alcaide ordinario de la ciudad de México.
Sin embargo, la muerte del virrey Velasco retrasó la expedición durante cinco años. Finalmente, se reunió una flota de cinco barcos: dos naos, la San Pedro y la Almiranta, los pataches (embarcaciones de vela con dos palos, ligeras y de poco calado, una mezcla de bergantín y goleta) San Juan y San Lucas, y un bergantín; en total fueron ciento cincuenta hombres los que se hicieron a la mar, doscientos hombres de armas y cinco frailes agustinos.

RUMBO A LAS FILIPINAS
El día 21 de noviembre de 1564, la expedición puso rumbo hacia las Filipinas. A estas islas, tras ser descubiertas por Magallanes (que murió en ellas en 1521 durante su viaje de vuelta alrededor del mundo), había llegado una expedición de trescientos setenta hombres al 2 de febrero de 1543, mandada por Ruy López Villalobos. Esta expedición, que había partido desde México, bautizó como Filipinas la actual isla de Leyte, sin embargo, no pudieron encontrar la vía de regreso hacia América.
La orden de dirigirse a las Filipinas en la expedición de Legazpi venía escrita en las instrucciones de la Audiencia, que se abrieron ya empezado el viaje, si bien Urdaneta había aconsejado emprender ruta en dirección a Nueva Guinea. A la altura del eje ecuatorial, el patache San Lucas se adelantó al resto de las embarcaciones, momento en el que descubrió algunas de las actuales islas del archipiélago de las Marshall y de las Carolinas. Esta embarcación llegó a Mindanao (Filipinas), cargó especias y retornó a México.
El día 13 de febrero de 1565, el resto de la expedición llegó a la isla de Ibabo (Filipinas), luego saltó a la isla de Samar y, finalmente, arribaron a la de Cebú. Donde se fundó la villa de San Miguel el 8 de mayo de ese mismo año. Fue ésta la primera ciudad española en Filipinas.
Según órdenes de Legazpi, Urdaneta comandó un buque que regresó a Nueva España para informar al virrey de lo acontecido y de los descubrimientos realizados.
El día 1 de junio partió Urdaneta en la nave San Pedro, al mando de la cual estaba un nieto de Legazpi, Felipe Salcedo. El viaje se inició en dirección norte, y al llegar a la latitud de Japón, lograron salir de la influencia dominante de los alisios. Desde allí, aprovecharon la corriente llamada del Kuro Shivo para llegar a Acapulco (California) el 8 de octubre de 1565.
Este viaje supuso el descubrimiento de la ruta de navegación más corta entre Asia y América, denominada tornaviaje, rumbo que siguió sistemáticamente hasta 1815 el Galeón de Manila que hacía el trayecto Acapulco-Manila-Acapulco. El océano Pacífico tenía por fin ruta de ida y de vuelta desde y hacia América. Durante los siguientes 250 años las naves españolas emplearon esta ruta.

LEGADO FINAL
Tras informar personalmente al rey Felipe II de su descubrimiento, Andrés de Urdaneta regresó a la Nueva España, a su convento, donde falleció el 3 de junio de 1568, a los sesenta años de edad.
A pesar de su gran hazaña, Urdaneta fue prácticamente olvidado, quedando como uno de los descubridores más desconocidos de su tiempo.
El convento sufrió un incendio con posterioridad y el actual reconstruido se convirtió posteriormente en la Biblioteca Nacional de México. Los restos de Andrés de Urdaneta es probable que reposen bajo el claustro del convento.
La evangelización de las Filipinas, que sigue siendo el único país católico de Asia, se originó gracias a la labor de Urdaneta y a los otros cuatro frailes agustinos que le acompañaron en la expedición de Legazpi, a los que les indició que evangelizaran en el idioma nativo.
Como ha sucedido en algunas ocasiones con otros determinados personajes, Andrés de Urdaneta fue un navegante, explorador, cosmógrafo y religioso agustino, injustamente olvidado en el silencio de la historia.