AFONSO PAIVA (1460 - 1491)



Nacido Joâo Afonso de Aveiro fue un explorador portugués al servicio del rey Joâo II que le envió en 1487 como acompañante de Pêro da Covilha a un viaje de incógnito a Oriente para recoger información sobre diferentes rutas comerciales. Afonso murió de peste en algún lugar de Etiopía, apenas dos años y medio después, sin lograr hacer llegar informes sobre su expedición. Su compañero Pêro da Covilha tuvo más suerte y completó el cometido, aunque tampoco regresó nunca más a Portugal.
Nacido en Castelo Branco e hijo de familia honrada, heredó el puesto de escribano de sisas en su comarca natal, llegando a ser escribano real de la comunidad hebraica, una actividad que lo puso en contacto con mucha gente de Levante, permitiéndole conocer el hebreo y el árabe, que había aprendido a hablar con los comerciantes de Ceuta.
Participó en la batalla de Toro con las tropas de Alfonso V de Portugal, al lado del infante D. Jôao, quien reconoció sus méritos de buen escudero. Por confiar en él fue escogido en 1487 por D. Jôao, ya entonces rey de Portugal, como acompañante de Pêro da Covilha, que entre otras experiencias, había realizado dos expediciones a Berbería y conocía las costumbres y el habla de los árabes, en un viaje en busca de información del reino del Preste Juan y sobre la ruta comercial a la India.

UN VIAJE MALDITO
Afonso Paiva junto con Pêro da Covilha partieron a caballo de Santarem (donde residía la Corte), bien provistos de dinero y con las indicaciones de los cosmógrafos de la Corte sobre el itinerario a seguir: Lisboa, Valencia y Barcelona, donde llegaron el 14 de junio. Desde este punto un barco les llevó en diez días a Nápoles, y desde allí a las islas griegas en otros diez días.
Desembarcaron en la isla de Rodas, que pertenecía a la Orden de los Caballeros de San Juan de Jerusalén, reposando en casa de unos frailes portugueses.
Rodas fue la última tierra cristiana que pisarían. Desde allí se dirigieron a Alejandría, en Egipto, la tierra de los infieles, donde adquirieron algunas mercaderías para hacer eficaz su disfraz de comerciantes. Pronto enfermaron con las llamadas fiebres del Nilo, encontrándose ambos casi al borde de la muerte.
El Naib, lugarteniente del Sultán, incautó sus mercancías, dándolos por muertos y sin descendencia. Sin embargo, recuperados ambos, el Naib les restauró el valor de las mercancías. A partir de entonces trataron de seguir la ruta de las especias, pero en dirección contraria: rumbo a la ciudad portuaria mediterránea de Rosetta a caballo, y de allí, en barco hasta El Cairo. Luego se unieron a una caravana que, atravesando el desierto por la ribera oriental del mar Rojo, iba a cruzar Arabia, hacia la ciudad de Adén, a las puertas del océano Índico. Pasaron por Suez, la ciudad de El Tor, el desierto de la península del Sinaí y las importantes ciudades de Medina y La Meca, donde tuvieron que hacer penitencia y orar al profeta Mahoma para mantener el disfraz.
Llegaron a Adén en el año 1488, lugar en el que se separaron ambos viajeros, quedando emplazados para reunirse nuevamente en El Cairo, cerca de la entrada a la ciudadela y durante la tarde de uno de los primeros noventa días de 1491.
Afonso Paiva se dirigió a Etiopía en busca del Preste Juan y Pêro da Covilha partió rumbo a la India.
Afonso Pavia nunca llegó a terminar su misión. Murió antes  de que Pêro da Covilha regresara a El Cairo, después de más de un año de haber viajado a la India y otros países de Oriente. Rodeando después la costa africana, había alcanzado Sofala, desde donde, por Adén y El Tor, emprendió el viaje de regreso.
El 30 de enero de 1491, Pêro da Covilha se dirigió a las puertas de la ciudadela de El Cairo, según lo acordado con su compañero, y en lugar de encontrarle, un rabino de Beja llamado Abraham y otro judío portugués, José de Lamego, le informaron de que Afonso Pavia había muerto a principios del mismo mes a causa de la peste, sin ser capaz de contar sus viajes y aventuras.
Pêro da Covilha decidió seguir su viaje y buscar él noticias sobre el reino del Preste Juan, donde acabó viviendo el resto de sus días. Nunca regresó a Portugal.