Intrépida aventurera y
exploradora en una época en la que no resultaba fácil viajar para las mujeres,
esta excéntrica aristócrata inglesa llegó a ser considerada como la Reina blanca de Palmira, en Siria, donde
falleció como una eremita cerca de la ciudad de Aleppo.
Lady Hester nació en
Kent, en el seno de una familia de la aristocracia inglesa, siendo la mayor de
las tres hijas del político inglés Lord Charles Stanhope y su esposa Lady
Hester Pitt. Su padre era un singular personaje, un tanto excéntrico y muy
aficionado a las ciencias, la política y, sobre todo a la literatura. Su madre,
Lady Pitt, era hija del primer conde de Chatham y hermana del primer ministro
William Pitt.
JUVENTUD
Lady Hester Lucy fue
educada con institutrices, pero desde su niñez demostró ser distinta al resto
de las niñas de su posición social. No le interesaba seguir las normas
curriculares de educación de una aristócrata, tales como la danza, la música y
la pintura pues la aburrían, además tenía una personalidad fuerte con gran
tendencia al liderazgo natural, sentía atracción por la caza, los caballos y
todo lo relacionado con las aventuras y exploraciones.
Lady Hester Lucy, además
era una mujer de elevada estatura, de complexión amazónica y de gran desplante
y apariencia, dotada de gran ingenio e inteligencia, y con un extraordinario
parecido a los rasgos de su tío, William Pitt.
Creció en su casa
paterna de Chevening hasta principios de 1800. Cuando cumplió 24 años, su padre
la envió a vivir con su tío William Pitt y su abuela, Hester Pitt, condesa de
Chatham. En el castillo de Walmer en Burton Pynsent.
La relación entre Lady
Hester y su tío llegó a ser muy estrecha, al extremo de asumir desde agosto de
1803 el papel de una pseudo-esposa (Pitt era soltero), profesándole además una
gran admiración. En esa posición, Lady Hester se transformó en su anfitriona y
ayudaba a dar la bienvenida a sus invitados. Durante aquellas veladas se hizo muy conocida por su belleza majestuosa
y su conversación animada e inteligente; pero muy franca, directa y quizás
rayana en la falta de tino ya que detestaba y ridiculizaba a los conocidos de
su padre que le parecían mediocres. Su personalidad opacaba un tanto a su tío y
resultaba divertida para la mayoría de sus amigos políticos que caían dentro de
sus simpatías. No obstante, también hizo enemigos innecesariamente en la clase
política, que mucho más tarde la perjudicaron.
Lady Hester tenía
talento para los negocios y cuando Pitt estaba fuera de la oficina actuaba como
su secretaria privada. También fue la promotora principal de los jardines de
Walmer Castle durante su mandato como Señor Guardián del Cinque Ports. En éste
aspecto, ella aprendió el arte de la jardinería.
El animado y ordenado
mundo del cual disfrutaba terminó el día que William Pitt falleció después de
una larga enfermedad, el 23 de mayo de 1806 a la edad de 47 años.
Las influencias sociales
desaparecieron y el mundo de Lady Hester, para la época toda una solterona ya, la
hicieron convertirse en solitaria. La herencia de apenas 1200 libras anuales
proporcionada por la Corona como pensión vitalicia, no le alcanzaba para
mantener el estilo de vida que tenía con anterioridad, cuando Pitt vivía.
Entonces, decidió viajar en busca de fortuna y luchar por hallar un nuevo
destino. Su objetivo fue desplazarse hacia lugares exóticos de Oriente.
VIAJE A PALMIRA
En octubre de 1810, Lady
Hester y un reducido séquito de criados se embarcaron en una nave griega rumbo
a Constantinopla (Turquía). Luego viajó a Egipto donde conoció a Mohamed Alí,
un importante personaje que la invitó durante su estancia en la ciudad de
Damasco, a su palacio en Ezbekieh.
Además, la acompañaba en
el viaje su médico de cabecera, Charles Meryon, quien fue su biógrafo y quizá
su mejor amigo hasta 1817. Estando en Damasco, Lady Hester se sintió muy
atraída por las exóticas costumbres y estilo de vida de los beduinos y comenzó
a adoptar su vestuario.
Viajando por aquellas
latitudes y cerca ya del desierto, oyó hablar de la gran ciudad romana en
ruinas de Palmira, distante unos 200 kilómetros de Damasco. Un lugar retirado
de Siria, al que resultaba peligroso de llegar y que estaba habitado por
beduinos y bandoleros sin escrúpulos que vivían en el desierto. Nunca había
llegado hasta allá europeo alguno hasta entonces.
El 14 de abril de 1813,
Lady Hester tomó la decisión de reunir una caravana de unos cincuenta camellos,
un nutrido séquito de criados y ella se vistió con espléndidas ropas a la
manera de un príncipe druso, además contrató a un grupo de beduinos armados y
uniformados, como si se tratara de una guardia pretoriana. Pretendió imitar a
la mítica reina Zenobia que desafió a los romanos en el año 270 d.C.
Cuando la comitiva llegó
a la ciudad de Palmira fue recibida de forma espléndida por los árabes que allí
habitaban. La propia Lady Hester escribiría después:
El jefe y unos trescientos hombres armados salieron a
recibirme, venían en espléndidos caballos y algunos iban desnudos, otros con
trajes de seda, dando gritos salvajes, cantando y bailando. Toda esta
exhibición duró hasta que llegamos a un Arco de Triunfo en Palmira.
Lady Hester Stanhope se ganó la admiración y el respeto
de los árabes del lugar, los cuales la llamaron la Reina blanca de Palmira.
Unos años más tarde
regresó a Damasco y a unos kilómetros
encontró un castillo en ruinas del tiempo de las Cruzadas, en Djoun, el cual
alquiló y decidió vivir en él reconstruyéndolo en parte. Dicho lugar estaba rodeado
de árboles, no demasiado lejos del mar Mediterráneo, el cual transformó en un
gran palacete rústico. Incluso en uno de sus patios llegó a cultivar un jardín
de rosas digno del Edén.
Su médico, Charles
Meryon regresó en 1817 a Inglaterra.
Lady Hester vivió allí
como una auténtica princesa drusa, recibiendo a los visitantes europeos que se
aventuraban por esos lugares y se hizo de una gran fama en las colonias
inglesas como mujer exótica y buena anfitriona.
El principio del fin
vino a partir de 1836, cuando el gobierno británico le embargó la pensión que
se le había concedido, debido a las abultadas deudas contraídas con sus
acreedores a causa de una fracasada expedición realizada por ella para buscar
un supuesto tesoro en la ciudad de Ascalón.
Después del embargo, la
situación económica de Lady Hester empezó a deteriorarse gravemente y a tal
extremo que despidió a sus sirvientes, y otros comenzaron a robarle todos sus
bienes personales, por lo que comenzó a vivir como una eremita en estado de abandono,
rodeada de gatos, cachivaches y sólo dejándose ver ante sus ocasionales
visitantes de noche y envuelta en chales, para intentar ocultar los estragos de
la edad que hacían mella en su físico.
Finalmente, en 1837 cayó
gravemente enferma y el doctor Meryon viajó expresamente a Damasco para poder
asistirla, encontrándola muy abandonada y postrada en cama. Hizo lo posible por
reconfortarla y vivió con ella un tiempo, hasta que tuvo que regresar obligado
a la Costa Azul.
El 22 de junio de 1839,
Lady Hester Stanhope fallecía en Djoun completamente arruinada físicamente, en
la oscuridad de su habitación, cubierta de harapos y en pésimas condiciones
higiénicas en cama, teniendo por toda compañía a multitud de gatos y un cúmulo
de objetos que había acumulado en sus viajes. Fue inhumada en uno de sus
antiguos jardines y el castillo fue sellado por el cónsul inglés en Damasco.
Tras su muerte, Charles
Meryon, el médico que siempre la atendió, llegó a manifestar:
Lady Stanhope no era una excéntrica, era una mujer iluminada
espiritualmente, de alta cuna, muy culta y con dotes de estadista. Siempre se
las ingeniaba, aun en los momentos más difíciles, de esparcir a su alrededor
una mágica ilusión que cautivaba a quien la conocía.