IDA PFEIFFER (1797 - 1858)




Esta es la biografía aventurera de una increíble mujer que dio la vuelta al mundo en dos ocasiones y llegó a vivir entre caníbales y cazadores de cabezas.
Nacida en Viena (Austria) en 1797, Ida Laura Pfeiffer  (Ida Reyer de soltera) era la única hija de un adinerado comerciante, el cual le dio la misma educación que a sus cinco hermanos varones. Solía vestir ropa de niños y compartía los juegos de sus hermanos, cosa que no gustaba en demasía a su madre, por considerarlo inapropiado para una muchacha y sin valor en su educación futura.

UNA ADOLESCENCIA DIFÍCIL
Tenía casi diez años cuando falleció su padre, dando su vida a partir de aquel instante un giro radical. Su madre la obligó a vestirse como una mujer y comenzó a educarla en tareas domésticas y a aprender a tocar el piano.
En 1809, Napoleón invadió Austria y la señora Reyer se vio obligada a alojar funcionarios franceses en su casa. Ella odiaba a los franceses y años más tarde escribiría que habría deseado ser un soldado para expulsarlos de su casa y de su país. Tenía doce años cuando su madre la obligó a asistir a la entrada triunfal de Bonaparte en Viena. Ida se negó a contemplar el desfile y recibió un bofetón de su madre, quien la hizo ponerse en pie y mirar hacia adelante, a Napoleón. Ida respondió cerrando los ojos para no ver a quien detestaba.
Su madre contrató a un tutor privado para su educación y así fue como aprendió francés, italiano, costura, bordado, cocina y dibujo.
Cuando tenía diecisiete años se enamoró de un joven profesor de piano y fue correspondida por él. Llegaron a realizar planes para casarse, pero la madre de Ida no tenía ninguna intención de que su hija se casara con aquel profesor, sino con alguien con dinero y poder, así que impidió a la pareja volver a verse y continuar la relación.
Presionada por su madre, aceptó casarse con un tal doctor Pfeiffer. Tenía entonces veintidós años.
Mucho mayor que ella, Pfeiffer era un alto funcionario del Gobierno austríaco. Se trasladaron a vivir a Lemberg y tuvieron dos hijos. El destino de Ida daría un nuevo giro cuando su esposo denunció una serie de delitos cometidos por algunos de sus compañeros. Estos fueron detenidos y procesados, pero la carrera funcionarial de Pfeiffer terminó aquí; fue tratado de traidor por algunos compañeros y considerado un espía, perdiendo su trabajo.
Ida se vio obligada a dar clases de piano y de dibujo para mantener a la familia, pasando de una vida de lujo a la pobreza en un breve periodo de tiempo.
El señor Pfeiffer enfermó y quiso ir a vivir a Lemberg con el hijo mayor de su primer matrimonio. Ida se separó amistosamente de su marido en 1835 y se trasladó con sus dos hijos de regreso a Viena.
En 1842, sus hijos habían creado sus propios hogares y, libre de todas las obligaciones familiares, Ida comenzó a viajar.

PRIMER DESTINO : TIERRA SANTA
Ida eligió Tierra Santa como su primer viaje por dos razones: en primer lugar, era una mujer religiosa y siempre había querido ver la tierra donde Jesús nació, vivió y fue crucificado. En segundo lugar, una mujer que viaja sola es mucho menos probable que reciba críticas si va a Tierra Santa, destino aceptable para la respetabilidad de los cristianos. Ida era consciente de los riesgos que asumía al viajar sola y redactó su testamento antes de partir. Tenía entonces 45 años.
Como no le sobraba el dinero, se propuso viajar dentro de estrictas limitaciones económicas, lo que sería una constante en su vida, hasta el punto de que en el prólogo de la edición española de uno de sus libros la llegaron a considerar “la primera mochilera de la historia”.
Ida tomó un vapor en Viena para navegar por el Danubio a través de Hungría, luego por el Mar Negro hasta llegar a Constantinopla (la actual Estambul). Por aquel entonces, Constantinopla era una mezcolanza de influencia bizantina e islámica, el arte y la cultura europeos se mezclaban con el aspecto turco-musulmán de las mezquitas, los derviches, el idioma y las tradiciones.
La siguiente etapa del viaje la llevó a Beirut. Allí encontró “el calor agobiante, la tierra seca y baldía por la falta de agua, y perros vagabundos por todas partes” (Los textos de Ida Pfeiffer siempre se caracterizaron por su espíritu crítico hacia todo lo que iba conociendo). Las ciudades de Tiro, San Juan de Acre y Jaffa también formaron parte del recorrido.
Una vez en Palestina, visitó los lugares por los que había pasado Jesús: Jerusalén, Getsemaní, el Calvario, Belén, Nazaret, el Mar Muerto, el mar de Galilea, el río Jordán y el desierto del Sinaí.
Continuó su ruta hasta Damasco, pasando por las ruinas de Baalbeck. En agosto de 1842 alcanzó Alejandría, en Egipto, y un día más tarde se encontraba en El Cairo visitando las pirámides.
En octubre llegó al puerto de Nápoles, tras una breve parada en Sicilia. Después de diez largos meses en Tierra Santa, regresó a Viena, con notas sobre sus experiencias y  futuros planes.

ALREDEDOR DEL MUNDO
Su siguiente destino iba a contrastar con el calor del desierto de Oriente Medio: la tundra helada de Islandia, los fiordos de Noruega y los alrededores de Estocolmo. Este nuevo viaje lo financió con las ventas de su libro Reise einer Wienerim in das Heilige Land.
A diferencia de otros viajeros, a la Islandia de la época Ida viajó sola y con un presupuesto limitado. Utilizó como medio de transporte el carro de caballos y vivió como los islandeses. Pronto en sus anotaciones dejó constancia de que la población local era ruda, sus hogares, sucios y sus comidas, compuestas principalmente de avena y pescado, aburridas. Después de seis meses, regresó a casa. Trajo muestras de plantas y rocas, que había recogido en Islandia, para venderlas a los museos.
En 1846 Ida se encontraba en Río de Janeiro decidida nada menos que a dar la vuelta al mundo. Desde su mentalidad de ama de casa victoriana, encontró a los indios salvajes y primitivos e inferiores a ella. En Tahití, se escandalizó ante las liberales costumbres sexuales de las nativas. Los chinos tampoco le cayeron bien, en cambio apreció el ascetismo de los hindúes. Permaneció siete meses en la India, viajando casi sin equipaje, y alimentándose de arroz, pan, agua y sal.
Llegó a Mesopotamia, y en Bagdad se unió a una caravana de camellos para cruzar el desierto, vía Mosul, hasta Tabriz, en Persia. En otra caravana llegó hasta Rusia. Después de andar tanto tiempo entre infieles estaba deseando volver a encontrarse en un país cristiano, sin embargo, a poco de llegar fue arrestada como sospechosa de espionaje. Ella misma escribió: “¡Oh, buenas gentes árabes, turcas, persas, indias¡ Con qué seguridad atravesé vuestras tierras paganas e infieles; y aquí en la cristiana Rusia, cuanto he tenido que sufrir en tan poco tiempo”.
Una vez demostrada su inocencia, pudo continuar viaje hacia Turquía, Grecia e Italia, regresando a su casa en noviembre de 1848. La publicación del libro Viaje de una mujer alrededor del mundo la hizo famosa en poco tiempo

AFRICA DEL SUR, INDONESIA, ESTADOS UNIDOS
En 1851, Ida partió de nuevo a la aventura con un centenar de libras esterlinas como todo recurso. Después de navegar desde Londres hasta Ciudad del Cabo, continuó a Singapur y Borneo. Pasó seis meses viajando a través de la casi impenetrable selva tropical de Borneo. Haciendo caso omiso de las advertencias de los occidentales, se fue de visita a la tribu de los dayakos, conocida por su afición a coleccionar cabezas humanas. De forma sorprendente, a Ida le gustaban los dayakos, los admiraba. Llegó a escribir: “Me estremeció, pero no pude dejar de preguntarme si, después de todo, nosotros, los europeos no somos realmente igual de malos o peores que estos salvajes despreciables. ¿No está cada página de nuestra historia llena de horribles actos de traición y asesinato?”
Y añadió: “Me gustaría haber pasado más tiempo entre los libres dayakos, tal como los he encontrado, sin excepción, honestos, afables y modestos en su comportamiento. Podría situarlos, en estos aspectos, por encima de cualquiera de las tribus que he conocido”.
Su siguiente parada fue en Sumatra, en las Indias Orientales Holandesas (actual Indonesia). Una vez más, haciendo caso omiso de sus conocidos europeos, se propuso visitar la tribu batak, considerados caníbales y que nunca habían permitido que un europeo pisara su territorio. Los batak la trataron como una curiosidad y así fue como ella fue pasando de una tribu a otra.
Ida se sintió menos a gusto con los batak cuando empezaron a hacerle un gesto característico de que querían matarla y comérsela. Ella se asustó, pero hizo una broma, diciendo en el idioma batak que era demasiado vieja y difícil de hacer con ella un buen plato. Esta ocurrencia les divirtió y la dejaron marchar. Fue la primera persona que sobrevivió para informar sobre la forma de vida de los batak.
Ida Pfeiffer navegó hasta San Francisco, y en América del Sur llegó a visitar los Andes. Regresó a casa después de cuatro años de ausencia. Su nuevo libro Meine zwite Weltreise (Mi segundo viaje alrededor del mundo)  se convirtió en un best-seller.
Ida fue elegida miembro de las sociedades geográficas de Berlín y París, pero la Royal Geographical Society de Gran Bretaña se negó a admitirla por ser mujer.
Aún le quedaban energías para otro viaje. Se fue a Madagascar, en la costa oriental de África, pero poco después de su llegada, se encontró presa y acusada de participar en un complot para derrocar a la reina Ranavalona. Finalmente fue puesta en libertad.
Algún tiempo después, cayó víctima de una enfermedad tropical de la que ya nunca se recuperó. Ida Pfeiffer murió en Viena en 1858.
Las notas de su último viaje se publicaron como Reise nach Madagascar.