Arqueólogo,
sinólogo y viajero francés, explorador del Asia Central. Discípulo de Sylvain
Lévi, condujo la expedición arqueológica al antiguo Turquestán, que regresó con
numerosos manuscritos, obras de arte, antigüedades y especimenes naturales, así
como centenares de mapas y fotografías.
Pelliot
trabajó en la Ecole Française d’Extrême Orient en la ciudad de Hanoi,
desde la cual fue enviado en 1900
a Pekín en busca de libros chinos para la biblioteca de
la escuela. Fue entonces cuando estalló la llamada “Rebelión Boxer”, quedando
atrapado en el barrio de las legaciones durante el célebre asedio de 55 días.
Posteriormente
hizo dos incursiones en territorio enemigo -una para capturar un estandarte
enemigo y la otra para obtener fruta fresca para los sitiados-. Por su valentía
fue condecorado con la Legión d’honneur. A los 22 años, Paul Pelliot
volvió a Hanoi, convirtiéndose en profesor de chino en la Ecole.
VIAJE AL TURQUESTÁN
La
expedición Pelliot partió de París el 17 de junio de 1906. Su equipo de tres
hombres estaba formado por el doctor Louis Vaillant, un oficial médico del
ejército y el fotógrafo Charles Nouette.
El
viaje al Turquestán chino se realizó en ferrocarril, vía Moscú y Tashkent,
llegando a Kashgar a finales de agosto. Durante este recorrido que llegó a
formar parte de la antigua Ruta de la
Seda, fueron acompañados por el colega expedicionario Carl
Gutaf Mannerheim y se alojaron en casa del cónsul general ruso.
Pelliot
maravilló a las autoridades chinas locales con su dominio absoluto del idioma
chino (una de las trece lenguas que hablaba), y sus esfuerzos se vieron
recompensados muy pronto, al obtener equipo (como un yurta) hasta entonces vetado a los extranjeros.
Su
primera parada tras abandonar Kashgar fue Tumchuq, desde donde fueron a Kucha.
Una vez allí encontraron una serie de documentos en un idioma perdido, el kucheo, los cuales fueron traducidos con
posterioridad por Sylvain Lévi, antiguo profesor de Pelliot. Desde Kucha
siguieron la marcha hacia el norte hasta Urumchi, donde encontraron a un viejo
conocido: el duque de Lan, exiliado desde el fracaso de la Rebelión Boxer.
La
parada final de Pelliot fue Dunhuang, donde obtuvo acceso a la cámara secreta
del abad Wang, y a su fabuloso tesoro de manuscritos antiguos, ya visitada por
Sir Aurel Stein. Nuevamente su habilidad con el idioma chino fue la mejor baza.
Al cabo de tres semanas inspeccionando manuscritos, casi a la febril cifra de
un millar por jornada, el propio Pelliot convenció a Wang para que le vendiera
una selección de los más importantes, al precio de 500 taeles (aproximadamente
unas 90 libras
de la época).
RETORNO Y AÑOS FINALES
Cuando
Pelliot regresó a París el 24 de octubre de 1909, se encontró con una campaña
de calumnias contra su persona, montada por Edouard Chavannes, un colega
sinólogo, y la plantilla de la Ecole Française d’Extreme Orient, siendo acusado de
malgastar caudales públicos y haber traído manuscritos falsos de su viaje al
Turquestán.
La
campaña llegó a su apogeo en diciembre de 1910, con la publicación de un
artículo de Fernand Farjanel en La Revue
Indigéne. Tan graves acusaciones no fueron probadas como
falsas hasta la publicación, en 1912, de Ruins
of Desert Cathay, de Aurel Stein, quien dejó clara la autenticidad de los
manuscritos en cuestión.
Paul
Pelliot sirvió posteriormente como agregado militar en Pekín durante la Primera Guerra Mundial. Su
trabajo resultó fundamental para el estudio del Asia Central entre los siglos
VI y XI de nuestra Era y la difusión del budismo a través de la Ruta de la Seda.
Falleció
de cáncer en 1945. A
su muerte llegó a decirse que, sin él, “la
sinología había quedado huérfana”.