Viajero francés nacido el 19 de
noviembre de 1799 en Mauzé-sur-le- Mignon, en el departamento de Deux-Sèvres,
alcanzó la fama principalmente por ser
el primer europeo en llegar a Tombuctú, una de las ciudades más emblemáticas
del río Níger, en Mali.
Hijo de un panadero con escasos
recursos, tuvo la mala fortuna de quedarse huérfano muy temprano. Con sólo
dieciséis años de edad, abandonó su pueblo y un año después se enroló como
grumete en una escuadra que partió de Burdeos con el propósito de recuperar
Senegal, que el Tratado de París había devuelto a Francia después de la caída
de Napoleón.
Uno de los barcos de esta expedición
era La Méduse, conocido por el célebre cuadro de
Géricault, La balsa de la Medusa, que ilustra el
triste episodio en que los tripulantes del barco, embarrancado delante de las
costas de Mauritania, quedaron a merced de las olas en una balsa.
Con la suerte de su parte, René
Caillié llegó a Saint Louis, en Senegal, donde intentó unirse a una expedición
inglesa que seguía los pasos del también viajero Mungo Park, célebre explorador
que llevaba diez años desaparecido en el continente africano, pero no tuvo
éxito y para sobrevivir se vio obligado a embarcar en un viaje a la isla de
Guadalupe, en las Antillas.
Transcurrido un tiempo y sin poder
reprimir su espíritu aventurero, volvió a Burdeos y más tarde de nuevo viajó a
Saint Louis, donde se apuntó a otra expedición británica que trataba de
rescatar a la anterior, dirigida por el mayor Gray, que se hallaba prisionero
en el interior de África.
Durante los años siguientes, René
Caillié viajó varias veces a las Antillas con el fin de dedicarse al comercio y
ahorrar dinero para realizar el que consideraba el sueño de su vida: llegar a
la ciudad de Tombuctú, la cual ningún europeo había visitado hasta entonces y
siendo conocida apenas por la descripción que de ella hiciera en el siglo XVI
el musulmán granadino León el Africano.
Mientras tanto, en 1826, el oficial
británico Alexander Gordon Laing, procedente de Trípoli, había logrado llegar a
la ciudad de Tombuctú, pero murió asesinado por tribus hostiles al tratar de
escapar.
EN
RUTA HACIA TOMBUCTÚ
Caillié sabía que Tombuctú estaba
considerada “ciudad santa” por los musulmanes de África y que los extranjeros
ajenos al Islam no eran admitidos en ella, de modo que adoptó un plan: aprender
las costumbres locales, estudiar el Corán y poderse expresar en lengua árabe,
descartando viajar con cargadores locales o usando vestimenta europea, para de
tal modo poder moverse con pocas dificultades y sin temor a enfrentarse a
poblaciones hostiles a lo largo del camino.
En abril de 1827, salió por fin de
Saint Louis (Senegal), integrándose en una pequeña caravana de comerciantes y
haciéndose pasar ante sus compañeros de viaje por un veterano soldado egipcio
que había sido enrolado a la fuerza en las tropas de Napoleón I y desde Europa
viajaba de retorno a su patria.
Muy a pesar de su crecida barba, su
aspecto europeo no dejó de ocasionarle algunos problemas, pero al final Caillié
entró en Mali y consiguió llegar a la localidad de Djenné (Yenné en algunos
mapas españoles), en la cuenca del río Níger, a unos quinientos kilómetros de
Tombuctú. Una vez allí, se embarcó a bordo de una pequeña chalupa de mercaderes
y un año después de su partida de Saint Louis, el 20 de abril de 1828, Caillié
alcanzó la ciudad soñada, Tombuctú, siempre haciéndose pasar por musulmán.
Permaneció dos semanas en la ciudad,
tomando notas que guardó entre las páginas del Corán, y la abandonó uniéndose a
una caravana transportadora de esclavos que partía hacia Marruecos, atravesando
el Sahara.
El 12 de agosto de aquel año Caillié
llegó a la ciudad marroquí de Fez y pocos días después a Tánger, donde se
presentó ante el cónsul francés, revelando su auténtica identidad.
En 1830, después de dieciséis años de
ausencia, volvió por fin a Francia y, en el mes de diciembre, la Sociedad Geográfica de París le hizo entrega de los diez
mil francos que había prometido a quien lograra regresar de Tombuctú con una
descripción auténtica de la ciudad.
Aquel mismo año, publicó una narración
de su viaje titulada Journal d’un voyage
à Tombuctú, que le aseguró un gran renombre, además de describir de modo
detallado la ciudad, tal y como se encontraba a inicios del siglos XIX,
advirtiendo que Tombuctú era en verdad una urbe empobrecida y ruinosa, pues el
esplendor que le había dado gran fama en Europa era cosa de un pasado muy
lejano; también en su crónica mostró curiosidad y respeto hacia la cultura de
las poblaciones locales descubiertas a su paso.
Tales observaciones sobre la
decadencia de Tombuctú fueron inicialmente cuestionadas en el continente
europeo, pero resultaron confirmadas por el explorador alemán Heinrich Barth,
quien también llegó a dicha ciudad bastantes años después, concretamente en
1858.
René Caillié se estableció en la
localidad de Champagne, donde fue designado alcalde, aunque se planteó
nuevamente retornar a África integrando alguna otra expedición.
Falleció el 17 de mayo de 1838 con
sólo 39 años, en la cercana localidad de La Gripperie-Saint-Symphorien
a causa de una enfermedad que contrajo en África.