Millonario
prusiano que, tras amasar una gran fortuna, se dedicó a realizar su gran sueño:
los viajes y la arqueología. A sugerencia del diplomático Frank Calvert, que
había trabajado en el lugar durante siete años antes, estuvo excavando en el
emplazamiento de Troya en Hisalik (Turquía) y en otros yacimientos homéricos
como Mecenas, Tirinto y Orcómeno, demostrando que la famosa obra de La Ilíada
describía realmente escenarios históricos.
Hijo
de un humilde pastor protestante, nació en Neubukow-Mecklemburgo y desde muy
joven se interesó por los poemas de Homero. En su biografía contó que en la Navidad de 1829, cuando
contaba siete años, recibió de su padre como regalo un volumen de Historia
Universal de Georg Ludwig y se sintió muy impresionado por un grabado que
representaba a Eneas con su padre Anquises y su hijo Ascanio huyendo de Troya
en llamas.
Estudió
en el prestigioso instituto secundario de Neustrelitz, pero a los catorce años,
debido a los problemas económicos de su padre, tuvo que interrumpir sus
estudios para trabajar en una tienda de Fürstenburg, desde 1836 a 1841.
A
causa de la gran cantidad de horas que trabajaba no tenía momentos para
dedicarse al estudio, pero en una ocasión entró en la tienda un molinero
borracho llamado Niederhoffer y, según explica el propio Schliemann en su
autobiografía, el molinero, que también había sido pastor protestante:
…No había olvidado a Homero, puesto que aquella
noche en que entró en la tienda nos recitó más de cien versos del poeta,
observando la cadena rítmica de los mismos. Aunque yo no comprendí ni una
sílaba, el sonido melodioso de las palabras de causó una profunda impresión.
Desde aquel momento nunca dejé de rogar a Dios que me concediera la gracia de
poder aprender griego algún día…
GENERACIÓN DE SU FORTUNA
Heinrich
trabajó en diferentes tiendas durante cinco años, pero tras un accidente
decidió cambiar de ocupación. Embarcó rumbo a Venezuela, pero su barco naufragó
en la costa de Holanda, salvándose junto a varios compañeros en un bote
salvavidas. En Ámsterdam fingió estar enfermo para que lo llevaran a un
hospital y recibió ayuda de un amigo de Hamburgo que era agente naviero. Poco
después, con ayuda del cónsul general prusiano, empezó a trabajar en una
oficina comercial. Allí sellaba letras de cambio y se encargaba del correo.
Durante este periodo, a pesar de vivir en precarias condiciones, se dedicó a
estudiar varios idiomas.
A
los veintidós años dominaba siete idiomas y entró a trabajar en una compañía
comercial, la casa Schröder. Dos años más tarde aprendió ruso, dado que su
empresa exportaba a Rusia. Fue enviado como representante a San Petersburgo y a
Moscú en 1846. Allí se desenvolvió exitosamente, independizándose como
negociante. En 1851 abrió una oficina de reventa de polvo de oro y al cumplir
los treinta años ya tenía una enorme fortuna.
Mientras,
viajaba sin cesar a las grandes capitales europeas y cuando staba en Londres
solía visitar el Museo Británico, donde disfrutaba de las antigüedades
egipcias.
En
1852 se casó con una aristócrata rusa, Ekaterina Lishin, con la que tuvo tres
hijos. El matrimonio duró, a duras penas, hasta 1869, año en el que por fin se
divorciaron. A los 33 años dominaba quince idiomas.
Entre
1851 y 1859 realizó diversos viajes, llegando a radicarse temporalmente en
California, donde, heredando la concesión de un hermano fallecido, se hizo
banquero e incrementó todavía más su fortuna. Durante esta época estuvo
gravemente enfermo de tifus, pero se restableció y regresó a Europa.
Viajó
por Oriente Medio y, al volver a Rusia, aprovechó el bloqueo provocado por la
guerra de Crimea para comerciar con armas, provisiones y acero.
CAMBIO DE ACTIVIDAD Y MÁS VIAJES
En
1866, después de trasladarse a París, comenzó a estudiar Ciencias de la Antigüedad y Lenguas
Orientales en la famosa Universidad de la Sorbona. Entretanto
compró un campo de cultivo de caña de azúcar en Cuba.
A
pesar de su holgura económica, realizaba sus viajes en segunda clase, llegando
a visitar Egipto, China, India y Japón.
Una
visita a Pompeya, que durante mucho tiempo se había creído una leyenda, le hizo
recordar los relatos de su padre sobre la Guerra de Troya, la mítica expedición de una
coalición griega para rescatar a Helena de su cautiverio a manos de los
troyanos, y comenzó a preguntarse si no estaría también basada en hechos
reales.
En
1868 viajó a Grecia por primera vez. Entre los lugares que visitó estuvo la
isla de Itaca, donde contrató algunos hombres para realizar pequeñas
excavaciones en las que hizo escasos hallazgos. También estuvo en Mecenas y,
tras cruzar los Dardanelos, recorrió a caballo la llanura de Troya. Ese año
conoció a Frank Calvert cónsul británico en los Dardanelos, quien había
comprado la mitad de la colina de Hisarlik en Turquía, donde algunos estudiosos
de la Antigüedad
ubicaban Troya.
Al
año siguiente, Heinrich se divorció y el 23 de septiembre del mismo años se
casó en segundas nupcias con una joven griega de tan sólo diecisiete años de
edad, Sophia Engastromenos, sobrina de un amigo sacerdote a quien había
conocido durante su estancia en San Petersburgo. Ese mismo año obtuvo su
doctorado en Arqueología.
Con
Sophia tuvo otros dos hijos, a los que puso nombres de personajes homéricos:
Andrómaca y Agamenón.
Convencido
de que los poemas de Homero describían una realidad histórica, emprendió
diversas expediciones en Grecia y Asia Menor para encontrar los lugares
descritos en ellos.
DESCUBRIMIENTO DE TROYA
En
Hisarlik, Heinrich Schliemann empezó a excavar en 1870 las ruinas de la antigua
Troya. Frak Calvert había realizado excavaciones preliminares siete años antes
y le sugirió que la colina de Hisarlik era el emplazamiento de la mítica
ciudad. Posteriormente, Heinrich minimizaría en sus escritos el papel que
realmente había tenido Frank Calvert en el descubrimiento.
Los
colaboradores de Heinrich destruyeron algunos restos de las capas centrales a
causa de sus prisas por alcanzar los estratos más antiguos. En algunas fases de
las excavaciones fue acompañado por su esposa griega, que solía clasificar los fragmentos
de cerámica y otros restos arqueológicos que eran hallados.
Existieron
numerosas dificultades durante los trabajos, algunas de ellas derivadas de que
hasta entonces se habían realizado pocas excavaciones de tal envergadura y de
la inexperiencia de los participantes, más las producidas por el clima del
lugar, que favorecía enfermedades como la malaria.
Heinrich
Schliemann distinguió entre varios estratos correspondientes a distintas fases
de ocupación de Troya. Inicialmente creyó que el correspondiente a Troya II era
la Troya
realmente cantada en La Ilíada.
En
1873 descubrió una colección de objetos y joyas de oro que llamó Tesoro de Príamo. La hizo trasladar
ilegalmente a Grecia y por ello, en 1874, fue acusado de robo de bienes
nacionales por el Imperio otomano y luego condenado a pagar una multa. Para
volver a tener la posibilidad de que las autoridades turcas le permitieran
volver a excavar en el futuro, pagó una indemnización mayor y donó algunos
hallazgos al museo de Constantinopla. Por otra parte, la comunidad científica
cuestionaba sus métodos y sus resultados.
HALLAZGOS EN MICENAS
Poco
después realizó grandes descubrimientos en Mecenas, de cuyas ruinas hasta
entonces sólo se conocían la llamada Puerta
de los Leones, la muralla ciclópea adosada a ella y el llamado Tesoro o Tumba de Atreo.
Heinrich
Schliemann llegó a un acuerdo con las autoridades griegas mediante el cual pudo
excavar en Mecenas con el derecho exclusivo de informar de sus descubrimientos
durante un limitado periodo a cambio de entregar todo lo que hallase en las
excavaciones y de sufragar todos los gastos.
Usó
la obra de Pausanias para localizar las tumbas entre las cuales se creía que se
encontraba la correspondiente al legendario Agamenón. Anteriormente, los
eruditos habían interpretado erróneamente las indicaciones de las tumbas de las
que hablaba Pausanias, creyendo que estaban ubicadas todas fuera de la muralla
de la acrópolis.
En
las excavaciones halló cinco tumbas con un total de veinte cadáveres, y en
torno a ellos abundantes y ricos ajuares funerarios, con numerosos objetos de
oro, bronce, marfil y ámbar. Además, halló sesenta dientes de jabalí y un
numeroso grupo de sellos con grabados de escenas religiosas, de luchas o de
caza. Entre éstos hallazgos estaba la llamada Máscara de Agamenón, fechada, sin embargo, varios siglos antes de
la cronología que tradicionalmente se atribuye al legendario rey.
Christos
Stamakatis, que había sido designado por el gobierno griego para controlar el
trabajo de Heinrich Schliemann y vigilar que todo lo que se encontrase quedara
en Grecia, continuó la excavación en 1877, pero sólo descubrió una tumba más.
OTROS VIAJES Y EXCAVACIONES
En
1876 había iniciado unos pequeños sondeos en Tirinto, y en 1877 volvió a Itaca,
exploró la isla en busca de restos arqueológicos y realizó algunos sondeos,
pero sin resultados positivos.
En
1880 excavó en Orcómeno, donde encontró un tipo de cerámica que llamó cerámica minia. También descubrió una
tumba del tipo tholos, de época
micénica.
En
el periodo 1882-1884, junto con Wilhelm Dörpfeld, un joven arquitecto y
arqueólogo alemán ya célebre por sus campañas en Olimpia, regresó para excavar
a mayor escala, inspirado en los datos que sobre esta ciudad habían escrito
Homero y Pausanias. Desenterró un palacio micénico de considerables
dimensiones.
SUS ÚLTIMAS CAMPAÑAS EN TROYA
Heinrich
Schliemann volvió durante tres campañas a Troya. En ellas, su colaborador más
valioso fue el citado Wilhelm Dörpfeld. Por los hallazgos de cerámica en estas
campañas, Schliemann admitió su error en la creencia inicial de que el estrato
de Troya II era el correspondiente a la ciudad homérica, y en cambio ésta debía
identificarse con Troya VI. Uno de los hallazgos más llamativos de la última
campaña fue el denominado tesoro, que constaba de cuatro hachas ceremoniales
que trasladó también ilegalmente a Grecia.
MUERTE Y LEGADO
En
sus últimos meses de vida padeció graves dolencias del oído que le llevaron a
ser operado en 1890. Desoyendo los consejos médicos, abandonó el hospital para
ir a Leipzig, Berlín y París. Mientras volvía de ésta ciudad a Atenas, cayó
desvanecido, el día de Navidad, en la plaza de la Santa Caritá de
Nápoles y perdió la facultad de hablar. Cuando por fin se averiguó su
identidad, el médico observó que la infección de sus oídos había afectado al
cerebro, muriendo al día siguiente, 26 de diciembre de 1890.
Sus
restos mortales fueron llevados a Atenas, como era su voluntad, y depositados
en el suntuoso mausoleo que había construido para sí mismo en el llamado Proto-Nekrotafio
(Primer Cementerio) de la ciudad. El mausoleo, coronando una colina, reproduce
un templo de orden dórico presidido delante por su busto y una inscripción
“Para el héroe Schliemann”, mientras en el relieve del friso se relatan
gráficamente sus propias excavaciones.
Referente
a su legado debe decirse que su carrera empezó mucho antes de que la Arqueología se
desarrollara como ciencia profesional, de modo que, para los estándares
actuales, la técnica de campo del trabajo del viajero Schliemann dejaba mucho
que desear. Sin embargo, fue el segundo experto en documentar sus
descubrimientos con fotografías.
Tuvo
que enfrentarse durante su vida a muchas críticas, la comunidad científica negó
en varias ocasiones sus descubrimientos, aunque finalmente le diera la razón en
varios aspectos.
A
lo largo de su vida, aparte de su autobiografía publicó diferentes libros: La China y el Japón; Itaca, Peloponeso y Troya;
Ilión; Orcómeno; Troya y Tirinto.