HEINRICH SCHLIEMANN (1822 – 1890)




Millonario prusiano que, tras amasar una gran fortuna, se dedicó a realizar su gran sueño: los viajes y la arqueología. A sugerencia del diplomático Frank Calvert, que había trabajado en el lugar durante siete años antes, estuvo excavando en el emplazamiento de Troya en Hisalik (Turquía) y en otros yacimientos homéricos como Mecenas, Tirinto y Orcómeno, demostrando que la famosa obra de La Ilíada describía realmente escenarios históricos.
Hijo de un humilde pastor protestante, nació en Neubukow-Mecklemburgo y desde muy joven se interesó por los poemas de Homero. En su biografía contó que en la Navidad de 1829, cuando contaba siete años, recibió de su padre como regalo un volumen de Historia Universal de Georg Ludwig y se sintió muy impresionado por un grabado que representaba a Eneas con su padre Anquises y su hijo Ascanio huyendo de Troya en llamas.
Estudió en el prestigioso instituto secundario de Neustrelitz, pero a los catorce años, debido a los problemas económicos de su padre, tuvo que interrumpir sus estudios para trabajar en una tienda de Fürstenburg, desde 1836 a 1841.
A causa de la gran cantidad de horas que trabajaba no tenía momentos para dedicarse al estudio, pero en una ocasión entró en la tienda un molinero borracho llamado Niederhoffer y, según explica el propio Schliemann en su autobiografía, el molinero, que también había sido pastor protestante:
…No había olvidado a Homero, puesto que aquella noche en que entró en la tienda nos recitó más de cien versos del poeta, observando la cadena rítmica de los mismos. Aunque yo no comprendí ni una sílaba, el sonido melodioso de las palabras de causó una profunda impresión. Desde aquel momento nunca dejé de rogar a Dios que me concediera la gracia de poder aprender griego algún día…

GENERACIÓN DE SU FORTUNA
Heinrich trabajó en diferentes tiendas durante cinco años, pero tras un accidente decidió cambiar de ocupación. Embarcó rumbo a Venezuela, pero su barco naufragó en la costa de Holanda, salvándose junto a varios compañeros en un bote salvavidas. En Ámsterdam fingió estar enfermo para que lo llevaran a un hospital y recibió ayuda de un amigo de Hamburgo que era agente naviero. Poco después, con ayuda del cónsul general prusiano, empezó a trabajar en una oficina comercial. Allí sellaba letras de cambio y se encargaba del correo. Durante este periodo, a pesar de vivir en precarias condiciones, se dedicó a estudiar varios idiomas.
A los veintidós años dominaba siete idiomas y entró a trabajar en una compañía comercial, la casa Schröder. Dos años más tarde aprendió ruso, dado que su empresa exportaba a Rusia. Fue enviado como representante a San Petersburgo y a Moscú en 1846. Allí se desenvolvió exitosamente, independizándose como negociante. En 1851 abrió una oficina de reventa de polvo de oro y al cumplir los treinta años ya tenía una enorme fortuna.
Mientras, viajaba sin cesar a las grandes capitales europeas y cuando staba en Londres solía visitar el Museo Británico, donde disfrutaba de las antigüedades egipcias.
En 1852 se casó con una aristócrata rusa, Ekaterina Lishin, con la que tuvo tres hijos. El matrimonio duró, a duras penas, hasta 1869, año en el que por fin se divorciaron. A los 33 años dominaba quince idiomas.
Entre 1851 y 1859 realizó diversos viajes, llegando a radicarse temporalmente en California, donde, heredando la concesión de un hermano fallecido, se hizo banquero e incrementó todavía más su fortuna. Durante esta época estuvo gravemente enfermo de tifus, pero se restableció y regresó a Europa.
Viajó por Oriente Medio y, al volver a Rusia, aprovechó el bloqueo provocado por la guerra de Crimea para comerciar con armas, provisiones y acero.

CAMBIO DE ACTIVIDAD Y MÁS VIAJES
En 1866, después de trasladarse a París, comenzó a estudiar Ciencias de la Antigüedad y Lenguas Orientales en la famosa Universidad de la Sorbona. Entretanto compró un campo de cultivo de caña de azúcar en Cuba.
A pesar de su holgura económica, realizaba sus viajes en segunda clase, llegando a visitar Egipto, China, India y Japón.
Una visita a Pompeya, que durante mucho tiempo se había creído una leyenda, le hizo recordar los relatos de su padre sobre la Guerra de Troya, la mítica expedición de una coalición griega para rescatar a Helena de su cautiverio a manos de los troyanos, y comenzó a preguntarse si no estaría también basada en hechos reales.
En 1868 viajó a Grecia por primera vez. Entre los lugares que visitó estuvo la isla de Itaca, donde contrató algunos hombres para realizar pequeñas excavaciones en las que hizo escasos hallazgos. También estuvo en Mecenas y, tras cruzar los Dardanelos, recorrió a caballo la llanura de Troya. Ese año conoció a Frank Calvert cónsul británico en los Dardanelos, quien había comprado la mitad de la colina de Hisarlik en Turquía, donde algunos estudiosos de la Antigüedad ubicaban Troya.
Al año siguiente, Heinrich se divorció y el 23 de septiembre del mismo años se casó en segundas nupcias con una joven griega de tan sólo diecisiete años de edad, Sophia Engastromenos, sobrina de un amigo sacerdote a quien había conocido durante su estancia en San Petersburgo. Ese mismo año obtuvo su doctorado en Arqueología.
Con Sophia tuvo otros dos hijos, a los que puso nombres de personajes homéricos: Andrómaca y Agamenón.
Convencido de que los poemas de Homero describían una realidad histórica, emprendió diversas expediciones en Grecia y Asia Menor para encontrar los lugares descritos en ellos.

DESCUBRIMIENTO DE TROYA
En Hisarlik, Heinrich Schliemann empezó a excavar en 1870 las ruinas de la antigua Troya. Frak Calvert había realizado excavaciones preliminares siete años antes y le sugirió que la colina de Hisarlik era el emplazamiento de la mítica ciudad. Posteriormente, Heinrich minimizaría en sus escritos el papel que realmente había tenido Frank Calvert en el descubrimiento.
Los colaboradores de Heinrich destruyeron algunos restos de las capas centrales a causa de sus prisas por alcanzar los estratos más antiguos. En algunas fases de las excavaciones fue acompañado por su esposa griega, que solía clasificar los fragmentos de cerámica y otros restos arqueológicos que eran hallados.
Existieron numerosas dificultades durante los trabajos, algunas de ellas derivadas de que hasta entonces se habían realizado pocas excavaciones de tal envergadura y de la inexperiencia de los participantes, más las producidas por el clima del lugar, que favorecía enfermedades como la malaria.
Heinrich Schliemann distinguió entre varios estratos correspondientes a distintas fases de ocupación de Troya. Inicialmente creyó que el correspondiente a Troya II era la Troya realmente cantada en La Ilíada.
En 1873 descubrió una colección de objetos y joyas de oro que llamó Tesoro de Príamo. La hizo trasladar ilegalmente a Grecia y por ello, en 1874, fue acusado de robo de bienes nacionales por el Imperio otomano y luego condenado a pagar una multa. Para volver a tener la posibilidad de que las autoridades turcas le permitieran volver a excavar en el futuro, pagó una indemnización mayor y donó algunos hallazgos al museo de Constantinopla. Por otra parte, la comunidad científica cuestionaba sus métodos y sus resultados.

HALLAZGOS EN MICENAS
Poco después realizó grandes descubrimientos en Mecenas, de cuyas ruinas hasta entonces sólo se conocían la llamada Puerta de los Leones, la muralla ciclópea adosada a ella y el llamado Tesoro o Tumba de Atreo.
Heinrich Schliemann llegó a un acuerdo con las autoridades griegas mediante el cual pudo excavar en Mecenas con el derecho exclusivo de informar de sus descubrimientos durante un limitado periodo a cambio de entregar todo lo que hallase en las excavaciones y de sufragar todos los gastos.
Usó la obra de Pausanias para localizar las tumbas entre las cuales se creía que se encontraba la correspondiente al legendario Agamenón. Anteriormente, los eruditos habían interpretado erróneamente las indicaciones de las tumbas de las que hablaba Pausanias, creyendo que estaban ubicadas todas fuera de la muralla de la acrópolis.
En las excavaciones halló cinco tumbas con un total de veinte cadáveres, y en torno a ellos abundantes y ricos ajuares funerarios, con numerosos objetos de oro, bronce, marfil y ámbar. Además, halló sesenta dientes de jabalí y un numeroso grupo de sellos con grabados de escenas religiosas, de luchas o de caza. Entre éstos hallazgos estaba la llamada Máscara de Agamenón, fechada, sin embargo, varios siglos antes de la cronología que tradicionalmente se atribuye al legendario rey.
Christos Stamakatis, que había sido designado por el gobierno griego para controlar el trabajo de Heinrich Schliemann y vigilar que todo lo que se encontrase quedara en Grecia, continuó la excavación en 1877, pero sólo descubrió una tumba más.

OTROS VIAJES Y EXCAVACIONES
En 1876 había iniciado unos pequeños sondeos en Tirinto, y en 1877 volvió a Itaca, exploró la isla en busca de restos arqueológicos y realizó algunos sondeos, pero sin resultados positivos.
En 1880 excavó en Orcómeno, donde encontró un tipo de cerámica que llamó cerámica minia. También descubrió una tumba del tipo tholos, de época micénica.
En el periodo 1882-1884, junto con Wilhelm Dörpfeld, un joven arquitecto y arqueólogo alemán ya célebre por sus campañas en Olimpia, regresó para excavar a mayor escala, inspirado en los datos que sobre esta ciudad habían escrito Homero y Pausanias. Desenterró un palacio micénico de considerables dimensiones.

SUS ÚLTIMAS CAMPAÑAS EN TROYA
Heinrich Schliemann volvió durante tres campañas a Troya. En ellas, su colaborador más valioso fue el citado Wilhelm Dörpfeld. Por los hallazgos de cerámica en estas campañas, Schliemann admitió su error en la creencia inicial de que el estrato de Troya II era el correspondiente a la ciudad homérica, y en cambio ésta debía identificarse con Troya VI. Uno de los hallazgos más llamativos de la última campaña fue el denominado tesoro, que constaba de cuatro hachas ceremoniales que trasladó también ilegalmente a Grecia.


MUERTE Y LEGADO
En sus últimos meses de vida padeció graves dolencias del oído que le llevaron a ser operado en 1890. Desoyendo los consejos médicos, abandonó el hospital para ir a Leipzig, Berlín y París. Mientras volvía de ésta ciudad a Atenas, cayó desvanecido, el día de Navidad, en la plaza de la Santa Caritá de Nápoles y perdió la facultad de hablar. Cuando por fin se averiguó su identidad, el médico observó que la infección de sus oídos había afectado al cerebro, muriendo al día siguiente, 26 de diciembre de 1890.
Sus restos mortales fueron llevados a Atenas, como era su voluntad, y depositados en el suntuoso mausoleo que había construido para sí mismo en el llamado Proto-Nekrotafio (Primer Cementerio) de la ciudad. El mausoleo, coronando una colina, reproduce un templo de orden dórico presidido delante por su busto y una inscripción “Para el héroe Schliemann”, mientras en el relieve del friso se relatan gráficamente sus propias excavaciones.
Referente a su legado debe decirse que su carrera empezó mucho antes de que la Arqueología se desarrollara como ciencia profesional, de modo que, para los estándares actuales, la técnica de campo del trabajo del viajero Schliemann dejaba mucho que desear. Sin embargo, fue el segundo experto en documentar sus descubrimientos con fotografías.
Tuvo que enfrentarse durante su vida a muchas críticas, la comunidad científica negó en varias ocasiones sus descubrimientos, aunque finalmente le diera la razón en varios aspectos.
A lo largo de su vida, aparte de su autobiografía publicó diferentes libros: La China y el Japón; Itaca, Peloponeso y Troya; Ilión; Orcómeno; Troya y Tirinto.