Explorador
y diplomático luso, conocido por haber realizado como comerciante y de
incógnito, un viaje por tierras árabes al servicio del rey Joâo II de Portugal,
que le sirvió para preparar los futuros viajes marítimos de los descubrimientos
portugueses. Nunca regresó de esta aventura, aunque sí logró enviar sus
informes, pasando el resto de sus días viviendo en Etiopía, entre los sucesores
del mítico reino del Preste Juan.
AL SERVICIO DE ALFONSO V
Con
casi dieciocho años, su desenvoltura cautivó a un español que estaba de visita
para comprar tejidos en Covilhâ, una pequeña ciudad del interior de Portugal
que era la puerta de la Serra
da Estrela y tierra de la industria de la lana, que le invitó a servir a su
señor, Don Juan de Guzmán, hermano de Enrique Pérez de Guzmán y Meneses, duque
de Medina Sidonia, uno de los nobles más respetados de Sevilla. Péro aceptó la
oferta y se fue a la capital andaluza donde se le asignó el papel de
espadachín. Impresionado con la habilidad de Péro da Covilhâ, don Juan le
invitó a participar en las embarcaciones de su hermano el duque, también
conocido como o Pirata Espanhol. No
obstante, rechazó la oferta y siguió al servicio de don Juan, a quien acompañó
en 1474 a
Lisboa a una entrevista con el rey Alfonso V de Portugal.
El
rey Alfonso V también simpatizó con Péro da Covilhâ por su dominio de las
lenguas, especialmente de la árabe, y logró que don Juan le cediese sus
servicios, siendo así, a los 24 años, admitido como mozo de espuelas del rey.
Poco tiempo después, Alfonso V decidió ascenderlo a escudero, con derecho a
armas y a caballo.
En
1476 acompañó al rey Alfonso en la batalla de Toro contra los Reyes Católicos,
durante la guerra de Sucesión Castellana. Más tarde siguió de nuevo al rey en
su viaje a Francia a solicitar ayuda al rey Luís XI en la lucha por el trono de
Castilla, una ayuda que fue rechazada.
Entretanto,
en 1481, Alfonso V abdicó el trono a favor de Joâo II. Después de ejecutar por
su propia mano en 1482 al duque de Braganza -tras interceptar unas cartas con
Isabel de Castilla en que se lamentaba de su situación y daba alientos a una
conspiración-, el nuevo rey designó a Péro da Covilhâ para que investigase qué
nobles conspiraban contra él, logrando identificar a don Diogo, duque de Viseu,
cuñado del rey, y a don García de Meneses, obispo de Évora.
Joâo
II apuñaló y dio muerte con sus propias manos a su cuñado, a quien logró atraer
a Palmela, en 1484; el obispo fue envenenado en prisión.
El
rey deseaba continuar la labor iniciada por el infante Enrique con los viajes
de exploración y eligió de nuevo a Péro da Covilhâ como embajador para que
lograse suscribir tratados de paz y amistad con los bereberes del Magreb (como el rey de Fez y el de Tremecén), con los
que acordó combinar esfuerzos con el reino para emprender la odisea marítima.
Péro
da Covilhâ logró entretanto ser nombrado escudero de la guardia real y se casó
con Catarina, que en pocos meses quedó embarazada.
MISIÓN EN ORIENTE
Más
tarde, en 1487, el rey Joâo II le envió junto a Afonso de Paiva, en busca de
noticias del reino mítico del Preste Juan y de la ruta a la India. Disfrazados
de comerciantes y entrenados por cosmógrafos regios y por el rabino de Beja,
partieron a caballo el 7 de mayo de Santarem (donde se encontraba la corte),
hacia la ciudad levantina de Valencia. Cruzaron el sur de la península ibérica
hasta Barcelona, donde llegaron el 14 de junio. Desde allí un barco los llevó
en diez días hasta Nápoles, y posteriormente hasta las islas griegas en otras
diez jornadas. Desembarcaron en la isla de Rodas, que pertenecía a la Orden de los Caballeros de
San Juan de Jerusalén, reposando en casa de unos frailes portugueses.
Rodas
fue la última tierra cristiana que pisarían. Desde allí se dirigieron a
Alejandría, en Egipto, ya tierra de infieles, donde adquirieron algunas
mercaderías para hacer eficaz su disfraz de comerciantes. Pronto enfermaron con
las llamadas fiebres del Nilo,
estando ambos casi al borde de la muerte. El Naib, lugarteniente del Sultán,
incautó sus mercancías, dándolos por muertos y sin descendencia; recuperados
ambos, el Naib les restauró el valor de las mercancías. A partir de aquí
trataron de seguir la ruta de las especias, pero en dirección contraria
partieron a caballo rumbo a la ciudad portuaria mediterránea de Rosetta, y de
allí en barco hasta El Cairo. Luego se unieron a una caravana que tras
atravesar el desierto por la ribera oriental del Mar Rojo, iba a cruzar Arabia,
hacia la ciudad de Adén, a las puertas del océano Índico.
Pasaron
por Suez, la ciudad de El Tor, el desierto de la península del Sinaí, y las
importantes Medina y La Meca,
ciudades santas del Islam, donde tuvieron que hacer penitencia y orar al
profeta Mahoma para mantener el disfraz.
Llegaron
a Adén en el año 1488, donde se separaron, quedando emplazados para reunirse
nuevamente en El Cairo, cerca de la entrada a la ciudadela durante la tarde de
uno de los primeros noventa días de 1491. Afonso de Paiva se dirigió a Etiopía
en busca del Preste Juan y Péro da Covilhâ partió rumbo a la India.
Péro
llegó en noviembre de 1488 a
la ciudad de Calicut, uno de los reinos más pequeños de la actual India, en la
costa suroeste. Allí conoció a un mercader que le habría explicado el recorrido
de las especias -indicándole la existencia de la isla de Ceilán, de donde venía
la canela, y de la Malasia,
de donde llegaba la nuez moscada- y el importante papel que Calicut desempeñaba
en todo el proceso: era allí donde afluían las especias, listas para embarcar
hacia el Mar Rojo y finalmente para Venecia.
Deseando
conocer mejor la red comercial, Péro da Covilhâ visitó Cananor, Goa y Ormuz, en
la costa de Malabar, confirmando que el movimiento comercial era de hecho
inferior al de Calicut.
En
diciembre de 1489, partió de Ormuz hacia la costa oriental de África. Visitó
Malindi, Kilwa, Mozambique y, finalmente Sofala, tomando nota de las factorías
de los árabes que fue encontrando. Registró que, una vez doblado el extremo de
África (después denominado Cabo de las Tormentas), bastaba llegar a Sofala y Malindi
para después lograr alcanzar fácilmente Calicut, ya en la India. Gracias a este informe
se supone que Vasco da Gama decidió, en su pionera expedición marítima a la India en 1498, cruzar el
océano Índico directamente rumbo a Calicut.
El
30 de enero de 1491, Péro da Covilhâ se dirigió a las puertas de la ciudadela
de El Cairo, según lo acordado, y en lugar de Afonso de Paiva, encontró al
rabino Abraham de Beja y a otro judío portugués, José de Lamego, quienes le
informaron de que Afonso de Paiva había muerto a principios de ese mes a causa
de la peste, sin ser capaz de contar sus viajes y aventuras; también le
llevaron noticias del nacimiento de su propio hijo, que su esposa Catarina
había bautizado como Afonso, el mismo nombre del rey, y le pusieron al corriente
de los hechos de Bartolomeu Dias, quien había doblado el Cabo de las Tormentas
(en la actualidad designado como cabo de Buena Esperanza). Pero el rey Joâo II
le había pedido al rabino Abraham que fuese a confirmar la importancia de
Ormuz, siguiendo los informes de José Lamego, que no sabía que la ciudad
importante era Calicut, y no Ormuz..
Por
ello, Péro da Covilhâ escribió un informe al rey, que sería entregado por José
Lamego, y partió de nuevo hacia Ormuz donde dejó al rabino. Partió de nuevo hacia
Adén, para encontrar noticias del Preste Juan, ya que Afonso de Paiva no las
había podido comunicar. Desde allí tomó un barco para el puerto de Zeila, más
al sur, ya en la costa de Etiopía.
EN EL REINO DEL PRESTE JUAN
Rico
y bien acogido por el emperador Alexandre, un descendiente del Preste Juan,
Péro da Covilhâ constató que el mítico reino no era más que un pueblo pobre que
trataba de evitar ser aplastado por sus vecinos musulmanes, y que no podría
valer a Portugal de ninguna ayuda, sino que tendría que ser ayudado en caso de
lucha contra los infieles. Fue impedido de seguir por Nahu, hermano y sucesor
de Alexandre, que habría muerto de forma inesperada, y que alegaba la costumbre
de no dejar salir del reino a los extranjeros. Recibió tierras del soberano y
allí se afincó como señor feudal, casándose de nuevo y teniendo numerosa
descendencia.
Con
la muerte de Nahu en 1508, Péro da Covilhâ fue mantenido como consejero real de
la nueva reina Helena. Y por indicación suya la reina envió al embajador Mateus
de Etiopía a Lisboa (1512-14), que sólo logró regresar en 1520 acompañado por
dos frailes portugueses (uno de ellos Francisco Álvares) y por quienes Covilhâ
sabría de la muerte de don Joâo II, la ascensión al trono de don Manuel I y los
éxitos de Vasco da Gama y Pedro Alvares Cabral.
Recibió
entretanto la visita de algunos otros portugueses a quienes dio noticias
importantes, como en 1521, el embajador don Rodrigo de Lima. El relato de sus
viajes fue entregado al padre Francisco Alvares por el propio Péro da Covilhâ,
que tras regresar a Lisboa en 1526 o 1527, lo incorporó años más tarde en el
relato de su propio viaje: Verdadeira
informaçao das Terras do Preste Joâo das Indias, Segundo Vio e Escreveo ho
Padre Alvarez Capellaâ del Rey Nosso Senhor, que fue editado en Lisboa en
1540.
Sobre
Péro da Covilhà nunca se supo nada más.