VASCO NÚÑEZ DE BALBOA (1475 – 1519) (1ª Parte)



Gran explorador español que fue el primer europeo en divisar el océano Pacífico desde su costa oriental y en fundar una ciudad permanente en tierras continentales americanas.
Nacido en Jerez de los Caballeros (Badajoz) y descendiente de los señores del castillo de Balboa, cerca de Villafranca, en la actual León, se cree que su padre fue el hidalgo Nuño Arias de Balboa, pero sobre quien fue su madre existen más dudas (podría haber sido una mujer de La Antigua, de cuyo valle procedía directamente también Don Nuño Arias de Balboa, o tal vez una dama extremeña de la que se desconocen más datos). Tampoco se conocen con certeza más datos de su infancia. Durante su adolescencia sirvió como paje y escudero de Pedro Portocarrero, señor de Moguer.
En 1500, motivado por su señor con las noticias de los viajes de Cristóbal Colón hacia el Nuevo Mundo, decidió emprender su primer viaje a América dentro de la expedición de Rodrigo de Bastidas. Al año siguiente recorrió las costas del mar Caribe desde el este de Panamá, pasando por el golfo de Urabá, hasta el cabo de la Vela (correspondientes a la actual Colombia). Con las ganancias que le produjo dicha campaña, se retiró a La Española en 1502, donde compró una propiedad y allí residió varios años ocupándose de la agricultura. Pero no tuvo demasiada suerte en ella y comenzó a endeudarse, hasta que finalmente se vio obligado a abandonarla.
En 1508 el rey Fernando el Católico sometió a concurso la conquista de la llamada Tierra Firme. Se crearon dos nuevas gobernaciones en las tierras comprendidas entre los cabos de la Vela (Colombia) y de Gracias a Dios (actualmente en la frontera entre Honduras y Nicaragua). Se tomó el golfo de Urabá como límite de ambas gobernaciones: Nueva Andalucía al este, gobernada por Alonso de Ojeda y Veragua al oeste, gobernada por Diego de Nicuesa.
Un año después, queriendo librarse de sus acreedores en Santo Domingo, Núñez de Balboa se embarcó como polizón (dentro de un barril y junto con su perro Leoncico) en la expedición comandada por el bachiller y Alcalde Mayor de Nueva Andalucía, Martín Fernández de Enciso, que salió a socorrer al gobernador Alonso de Ojeda quien era su superior. Ojeda junto con sesenta hombres había fundado el poblado de San Sebastián de Urabá en Nueva Andalucía. Sin embargo, cerca del establecimiento existían muchos indígenas belicosos que usaban armas venenosas, y Ojeda había quedado herido en una pierna. Poco después, Ojeda se retiró en un barco a La Española, dejando el establecimiento a cargo de Francisco Pizarro, que en aquel momento no era más que un valiente soldado en espera de que llegara la expedición de Enciso.
Ojeda le pidió a Pizarro que se mantuviera con unos pocos hombres por cincuenta días en el poblado, o que de lo contrario usara todos los medios para regresar a La Española.
Antes de llegar la expedición a San Sebastián de Urabá, Fernández de Enciso descubrió a Núñez de Balboa a bordo del barco y le amenazó con dejarlo en la primera isla desierta que se encontrara. Pero el bachiller quedó convencido de la utilidad que tenían sus conocimientos en aquella región, la cual había explorado durante varios años, ello sumado a las solicitudes de la tripulación de que no cometiera ese acto, por lo que no le quedó más remedio que perdonarle la vida y mantenerlo a bordo.

FUNDACIÓN DE SANTA MARÍA LA ANTIGUA DEL DARIÉN
Transcurridos los cincuenta días, Pizarro comenzó a movilizarse para regresar a La Española, cuando justamente llegó la embarcación de Fernández de Enciso. Entretanto, Núñez de Balboa había adquirido popularidad entre sus compañeros merced a su carisma y a su conocimiento del territorio. Sin embargo, con Fernández de Enciso era más apreciable el disgusto entre los hombres, ya que el bachiller, usando sus facultades como Alcalde Mayor ordenó el regreso a San Sebastián, cuando la mayor sorpresa fue que el poblado estaba totalmente destruido y, además, los indígenas les aguardaban y comenzaron a atacarles sin descanso.
Debido a lo peligroso del territorio, Núñez de Balboa sugirió que el poblado de San Sebastián fuera trasladado hacia la región del Darién, al oeste del golfo de Urabá, donde la tierra era más fértil y habitaban indígenas menos belicosos.
Fernández de Enciso tomo con seriedad dicha sugerencia. Más tarde, el regimiento se trasladó a Darién, donde los esperaba el cacique Cémaco, junto con quinientos combatientes prestos a la batalla. Los españoles, temerosos de la situación, ofrecieron sus votos a la Virgen de La Antigua, muy venerada en Sevilla, de que si resultaran victoriosos en la batalla darían su nombre a una población de aquella región. La batalla fue muy reñida para ambos bandos, pero por un golpe de suerte los españoles salieron victoriosos.
Cémaco, quien fue señor de la comarca, junto con sus combatientes, abandonó el pueblo hacia las selvas del interior. Núñez de Balboa hizo promesa del voto y fundó en septiembre de 1510 el primer establecimiento permanente en tierras continentales americanas, Santa María la Antigua del Darién.
El triunfo de los españoles y la posterior fundación de Santa María la Antigua del Darién, situada entonces en un lugar de relativa calma, dieron a Vasco Níñez de Balboa autoridad y consideración entre sus compañeros, hartos del Alcalde Mayor Fernández de Enciso, a quien calificaban de déspota y avaro por las restricciones que tomó contra el oro, que era objeto de codicia de los colonos.
Núñez de Balboa aprovechó la situación haciéndose vocero de los colonos disgustados, y usando la ley destituyó a Fernández de Enciso del cargo de gobernante de la ciudad, con una prueba contundente: siendo sustituto Ojeda estaba controlando un área que se encontraba en Veragua, al oeste del golfo de Urabá (límite de las dos gobernaciones). Su mandato era ilegítimo porque el gobernante era Nicuesa y no Ojeda: Fernández de Enciso debía ser depuesto y arrestado. Después de la destitución, se estableció un Cabildo abierto y se eligió un gobierno municipal (el primero en el continente americano), designándose dos alcaldes: Martín Samudio y Vasco Búñez de Balboa.
Poco después llegó a Santa María una flotilla encabezada por Rodrigo Enrique de Colmenares, que tenía como objetivo encontrar a Nicuesa, quien también estaba en aprietos en alguna parte del norte de Panamá. Cuando supo de los hechos persuadió a los colonos de la ciudad de que debían someterse a la autoridad de Nicuesa, ya que se hallaban en su gobernación. Enrique de Colmenares invitó a dos representantes que el Cabildo nombraría para que viajaran con su florilla y ofrecer a Nicuesa el control de la ciudad. Los dos representantes fueron Diego de Albites y Diego del Corral.

GOBERNADOR DE VERAGUA
Enrique de Colmenares encontró a Nicuesa bastante malherido y con pocos hombres cerca de Nombre de Dios, debido a una escaramuza que tuvo con indígenas de esa región; después del rescate, el gobernador oyó hablar de las hazañas de Núñez de Balboa, del botín del cacique Cémaco y de la prosperidad que había en Santa María; por su parte, Nicuesa respondió que habría castigos y despojos cuando asumiera el cargo de la ciudad, ya que consideró el acto de Núñez de Balboa como una intromisión de su autoridad en Veragua.
Los representantes de Santa María fueron persuadidos por Lope de Olano, que estaba encarcelado junto con varios presos descontentos, de que iban a cometer un error grave si entregaban el control a Nicuesa, calificado de avaro y cruel, y que era capaz de destruir la prosperidad de la ciudad. Con estas pruebas, Albites y Corral huyeron del Darién antes de que Nicuesa llegara e informaron tanto a Núñez de Balboa como al resto de autoridades municipales de las intenciones del gobernador.
Cuando Nicuesa llegó al puerto de la ciudad, apareció una muchedumbre y se desencadenó un tumulto que impidió al gobernador desembarcar en la ciudad. Nicuesa insistió en ser recibido no ya en calidad de gobernador, sino como un simple soldado, pero aun así los colonos se negaron a que desembarcara. En cambio, fue obligado a subirse a un barco en malas condiciones y con pocas provisiones, y fue abandonado a su suerte junto con otras diecisiete personas. El barco desapareció sin dejar rastro de Nicuesa y sus acompañantes.
Núñez de Balboa obtuvo el cargo de gobernador de Veragua después de la expulsión y posterior desaparición de Nicuesa, y con ello el mando absoluto de Santa María y Veragua. Comenzó a mostrar su faceta de gran aventurero embarcándose al oeste y recorriendo todo el istmo de Panamá y fortaleciendo su amistad con tribus indígenas, intentando remontar ríos, montañas y pantanos malsanos en busca de oro y de esta forma tratando de ampliar sus dominios. También pudo aplacar revueltas de barios españoles que desafiaban sus autoridad, su fuerza, diplomacia y poder de concilio. Convirtiéndose también muy respetado entre los indígenas.
Hizo que los sus soldados se habituaran a la vida de exploradores de nuevas tierras y logró recoger mucho oro. En 1513 escribió una extensa carta al rey de España en la que le solicitaba más hombres aclimatados en La Española, armas, provisiones, carpinteros para construir buques y los materiales necesarios para levantar un astillero. Dos años después, en otra carta hablaba de su política humanitaria para con los indígenas, aconsejando al mismo tiempo que las tribus caníbales o temidas fueran castigadas con severidad.
Desde finales de 1512 e inicios de 1513, llegó a una región donde dominaba el cacique Careta, lo dominó fácilmente y luego se hizo su amigo, recibiendo el bautismo y pactando una alianza, asegurándose de tal forma la subsistencia de la colonia, ya que el cacique prometió ayudar a los españoles con alimentos.
Núñez de Balboa prosiguió su avance llegando a las tierras del vecino y rival de Careta, el cacique Ponca, y éste huyó hacia las montañas, dejando solos a los españoles y los indígenas aliados de Careta, quienes destruyeron sus poblados. Poco después se dirigió hacia los dominios del cacique Comadre, territorio fértil pero muy salvaje, aunque cuando llegaron fueron recibidos pacíficamente a tal punto que fueron invitados a un agasajo; de igual manera, Comadre fue bautizado.
Fue en esta región donde Núñez de Balboa escuchó por primera vez de la existencia de otro mar, todo esto por una disputa que hicieron los españoles con el poco oro que recibían cada uno. Panquiaco, hijo mayor de Comadre, enojado por la avaricia de los españoles, tumbó la balanza que medía el oro y replicó: “Si tan ansiosos estáis de oro que abandonáis vuestra tierra para venir a inquietar la ajena, yo os mostraré un lugar donde podéis a manos llenas satisfacer ese deseo”.  Panquiaco habló de un reino al sur donde la gente era tan rica que utilizaban vajillas y utensilios en oro para comer y beber, y que necesitaban al menos mil hombres para vencer a las tribus que habitaban tierra adentro y los que estaban en las costas del otro mar.

DESCUBRIMIENTO DEL MAR DEL SUR
La noticia inesperada de un nuevo mar fue tomada muy en cuenta por Núñez de Balboa. Decidió regresar a Santa María a comienzos de 1513 para disponer de más hombres provenientes de La Española, siendo entonces cuando se enteró de que Fernández de Enciso había persuadido a las autoridades coloniales de lo ocurrido en Santa María; así Núñez de Balboa envió a Enrique de Colmenares directamente a España para buscar ayuda, en vista de que no hubo respuesta de parte de las autoridades de La Española.
Mientras, en Santa María se organizaban expediciones en busca del famoso mar.  Algunos recorrieron el río Atrato hasta diez leguas hacia el interior, sin ningún éxito. La respuesta de más hombres y suministros en España fue negada, porque el caso de Fernández de Enciso ya era conocido por la corte española. Así, a Núñez de Balboa no le quedó más remedio que emplear los pocos recursos que tenía en la ciudad para realizar el posible descubrimiento.
Usando varios informes dados por caciques indígenas amigos, emprendió el viaje desde Santa María a través del istmo de Panamá el 1 de septiembre de 1513, junto con 190 españoles, algunos guías indígenas y una jauría de perros. Usando un pequeño bergantín y diez canoas indígenas recorrieron por mar y llegaron a las tierras del cacique Careta, y una semana después se internaron junto con un contingente mayor de indígenas hacia las tierras de Ponca, que se había reorganizado; pero fue vencido e hizo alianza con Núñez de Balboa. Después de varios días remontaron la espesa selva hasta llegar a las tierras del cacique Torecha que dominaba el poblado de Cuarecuá. En este poblado se desató una férrea y persistente batalla. Torecha fue vencido y muerto en combate, decidiendo sus hombres aliarse con Núñez de Balboa, aunque gran parte de la expedición estaba maltrecha y herida, por ello decidieron descansar en Cuarecuá.
Los pocos que siguieron a Núñez de Balboa se internaron en las cordilleras del río Chucuna. Según informes de los indígenas, desde la cima de esta cordillera se podía divisar el mar, así que el propio Núñez de Balboa se adelantó al resto de los expedicionarios, y antes del mediodía logró alcanzar la cima y contemplar lejos en el horizonte, las aguas del mar desconocido. La emoción fue tal que los demás se apresuraron a demostrar su alegría y felicidad por el gran descubrimiento. El capellán de la expedición, el clérigo Andrés de Vera, logró entonar el Te Deum Laudamus, mientras que el resto de los hombres erigieron pirámides de piedras e intentaron con las espadas grabar cruces e iniciales sobre las cortezas de los árboles del lugar, dando fe de que en aquel lugar se había realizado el descubrimiento. Fue desde la cumbre del istmo de Panamá donde Vasco Núñez de Balboa contempló el nuevo azul a ojos del Viejo Mundo. Todo ello ocurrió el 25 de septiembre de 1513.
A partir de entonces, sin España saberlo, ya podía mirar a Catay y Cipango… la China y Japón, el primigenio destino de la aventura que nació con Cristóbal Colón en el monasterio de La Rábida (Huelva) en 1492.  
De este gran descubrimiento del mar del Sur se ha cumplido ya el quinto centenario.
Pasado el momento épico del gran hallazgo, la expedición bajó de las cordilleras rumbo al mar, consiguiéndose dos días después. Alonso Martín, que lideraba uno de los grupos fue el primero en embarcarse en una canoa y dando fe de que había navegado por primera vez en dicho mar. De regreso, avisó a Núñez de Balboa, quien marchó con 26 hombres hasta la misma playa. Una vez allí, levantó las manos, en una de ellas estaba su espada y enla otra un estandarte de la Virgen María. Entró en el nuevo mar hasta las rodillas y tomó posesión en nombre de los soberanos de Castilla.
Después de haber recorrido más de 110 kilómetros, bautizó el golfo donde se encontraban como San Miguel, porque fue descubierto el día de San Miguel Arcángel y el nuevo mar como Mar de Sur, nombre dado entonces al océano Pacífico. Aquel capítulo de la historia está considerado como el más importante después del descubrimiento de América en 1492.

                                                          Continuará