Naturalista
y explorador alemán, muy conocido por sus valiosas contribuciones al estudio de
la geofísica, oceanografía y meteorología, está considerado como el “Padre de la Geografía Moderna
Universal” tras especializarse en diversas áreas de la ciencia.
Los
viajes de exploración le llevaron de Europa a América del Sur, parte del actual
territorio de México y el Asia Central.
Nacido
el 14 de septiembre de 1769 en Berlín (Alemania), fue hijo de Alexander Georg
von Humboldt, un oficial del ejército de Federico II el Grande de Prusia, y de
Marie Elizabeth von Hollwege, heredera de una fortuna debido a un matrimonio
anterior. Recibió educación en el castillo de Tegel, del actual distrito de
Reinickendorf, y se formó intelectualmente en Berlín, Frankfurt del Oder y
Gotinga. Durante su adolescencia deseaba dedicarse a la carrera militar, pero
su familia lo alejó de esta inclinación.
Von
Humboldt creció durante la época de las grandes expediciones: Louis Antopine de
Bougainville (1766-1769), James Cook (1768-1771, 1772-1775 y 1776-1780) y
Alejandro Malaspina (1789-1794). De hecho, la literatura surgida en torno a
estas aventuras le fascinó, despertando en él un interés romántico
especialmente por las regiones tropicales.
SUS PRIMEROS VIAJES
En
1789 inició una serie de periplos cortos por Alemania. Realizó su primer viaje
formativo en la primavera de 1790 y lo llevó a lo largo del río Rhin hasta
Holanda y a continuación visitó Inglaterra, Francia, Polonia, Italia y Suiza,
siendo en aquella época cuando empezó a soñar con navegar a otros continentes.
El regreso a su país lo hizo en el marco de la Revolución francesa, lo
que contribuyó al fortalecimiento de sus ideas liberales.
Estudió
en la Escuela
de Minas de Freiburg y trabajó en un departamento del gobierno, pero tras la
muerte de su madre a finales de 1796 renunció a su carrera de funcionario
público prusiano y se lanzó de lleno a sus ambicionados viajes científicos, no
en balde junto con su hermano Wilhelm heredaron ambos una buena fortuna. Por
aquel tiempo se relacionaba con personalidades como Friedrich Schiller y Johann
Wolfang von Goethe.
Por
aquel entonces conoció al botánico Aimé Goujand Bonpland, quien luego le
acompañaría en algunos proyectos. Cuando Humboldt decidió organizar su propia
expedición, le propuso a Bonpland que le acompañara a América, y el francés aceptó. Planearon hacer un viaje
preparatorio al norte de África antes de embarcar hacia tierras americanas,
pero las autoridades francesas les denegaron el permiso. Fue entonces cuando
tomaron la decisión de trasladarse a España.
A
finales de diciembre de 1798, Humboldt y Bonpland emprendieron viaje a Madrid.
Durante varias semanas realizaron una amplia investigación de todas las
regiones que atravesaron, probando durante el camino sus indispensables
instrumentos -sextante, cronómetro, barómetro y termómetro- con los cuales
determinaron la altura sobre el nivel del mar y la ubicación astronómica de
puntos geográficamente destacables. Además, estudiaron las formaciones
geológicas de la meseta castellana e incluso ascendieron a la montaña de
Montserrat en Cataluña. El viaje por España puede considerarse como el ensayo
del proyecto americano, significando una hazaña científica pionera pues en
aquella época apenas existían precedentes de este tipo de investigaciones, y
una importante aportación a la investigación naturalista en España.
Estando
en Madrid se introdujo en los círculos intelectuales más selectos, incluyendo
el Real Gabinete de Historia Natural, aparte de conocer a algunos miembros de
la expedición Malaspina. A mediados de mayo de 1799, Humboldt y Bonpland se
dirigieron a La Coruña
para embarcarse en la corbeta Pizarro con destino a las Indias. Antes de
atravesar el océano Atlántico, no obstante, hicieron una escala en la isla
canaria de Tenerife para dirigirse al valle de la Orotava con el propósito
de subir a la cima del Teide.
El
Teide volvió a dar muestras de actividad volcánica tras varias décadas de
letargo, lo cual debió de estimular el interés del naturalista hasta el punto
de que incluso exploraron su cráter, saliendo maravillado por aquella
fantástica experiencia.
EXPEDICIÓN A AMÉRICA
El
5 de junio de 1799 salieron Humboldt y Bonpland de las Canarias con destino a La Habana y México, pero una
epidemia de fiebre tifoidea desatada en la embarcación los hizo desviarse hacia
Tierra Firme y desembarcar en Cumaná, al este de Venezuela, el 16 de julio de
aquel año. Desde allí recorrieron la península de Araya, el valle de Cariope,
la cueva del Guácharo, las misiones de San Fernando y otros lugares del actual
oriente venezolano. Seguidamente partieron hacia el puerto de La Guaira, haciendo escala en
Higuerote, desde donde Bonpland continuó el viaje por tierra.
El
20 de noviembre llegó Humboldt a La
Guaira y emprendió marcha hacia Caracas. Allí se encontró con
Bonpland, siendo recibidos por el gobernador y capitán general Manuel de
Guevara Vasconcelos, quien se ocupó de atenderlos.
Una
vez instalados ambos, se dedicaron a explorar los alrededores de la ciudad y el
2 de enero de 1800 ascendieron al Cerro del Ávila. Más adelante, partieron
hacia los valles del Tuy y Aragua, visitando Antemano, La Victoria, Turmero,
Maracay, Valencia, Guacara y Puerto Cabello. Desde allí se dirigieron a los
llanos centrales pasando por Calabozo y San Fernando de Atabapo, siguiendo
hacia la Guayana
venezolana y recorriendo los pueblos de misión hasta llegar a San Carlos del
Río Negro.
EXPLORACIÓN DEL ORINOCO
Fue
a través del río Orinoco donde Humboldt y Bonpland llevaron a cabo una de las
exploraciones científicas más interesantes de la época.
En
descripción del propio Humboldt: “Incluso
aunque hubiéramos escapado al furor de las olas y a la voracidad de los
cocodrilos y hubiéramos llegado a tierra firme, hubiéramos sido presa del hambre
y de los tigres (refiriéndose a los jaguares); porque los bosques están tan enmarañados por las lianas, que es
absolutamente imposible penetrar en ellos. El hombre más robusto apenas podría
franquear una milla, con el hacha en la mano durante veinte días… Estábamos
todavía al norte de las grandes cataratas, que debíamos pasar dentro de dos
días y habíamos hecho más de setecientas millas con nuestra piragua, la que,
como nos había mostrado la experiencia, podía zozobrar fácilmente…”
Recorrieron
sus afluentes y en particular el brazo Casiquiare que comunica las cuencas del
Orinoco y el Amazonas. Visitaron Angostura (actual Ciudad Bolívar) y desde allí
se dirigieron por El Pao a Barcelona y luego a Cumaná, terminando así el
recorrido por Venezuela.
En
términos generales, la expedición se ocupó del estudio de los recursos
naturales (flora, fauna, minerales, ríos, suelo, etc.), así como de la
observación de las costumbres y rituales de los indígenas. Bonpland fue el
encargado de recolectar las plantas, la mayoría de ellas desconocidas por la
ciencia de la época, y de colaborar con Humboldt en la redacción de varios
trabajos.
VIAJE AL NUEVO REINO DE GRANADA, CUBA Y PERU
En
marzo de 1801, Humboldt y Bonpland regresaron a Sudamérica, llegando por
accidente a Cartagena de Indias, después de que una tormenta les desviara de su
ruta de navegación.
Una
vez allí conocieron a José Ignacio de Pombo, quien les narró los esfuerzos que
en Santa Fe de Bogotá realizaba el sacerdote José Celestino Mutis al frente de
la llamada Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada. Esto los
determinó a cambiar los planes y dirigirse al interior del Nuevo Reino.
Las
dos estancias de Humboldt en Cuba sumaron un total de unos tres meses. En ambas
ocasiones estaba, en cierto sentido, de tránsito, primero camino de Venezuela a
Colombia, y en la siguiente de México a Estados Unidos.
“Desde que el perfeccionamiento del arte de la
navegación y la creciente actividad comercial de los pueblos ha acercado las
costas de ambos continentes, desde que La Habana, Río de Janeiro y Senegal casi nos parecen
sitios más lejanos que Cádiz, Esmirna o los puertos del Báltico, uno duda al
querer atraer la atención del lector hacia una travesía desde las costas de
Caracas hasta la isla de Cuba, el mar de las Antillas es hoy tan conocido como
el Mediterráneo” -llegó a manifestar Humboldt-
Desde
Bogotá y cruzando el altiplano andino, Humboldt llegó hasta Quito (Ecuador),
donde fue recibido en 1802 por los nobles locales. Realizó varias ascensiones a
los Andes ecuatorianos y también subió al volcán Cayambe. Recorrió
prácticamente toda la Sierra
del Ecuador, llevando a cabo mediciones de las montañas y recolectando plantas.
Al respecto, se mostró muy interesado en el estudio de las ruinas incaicas
existentes en el actual Ecuador, como el castillo de Ingapirca, en la provincia
del Cañar. Realizó también una importante ascensión al volcán Pichincha, en
compañía del joven Carlos de Montúfar (hijo del marqués de Selva Alegre). Se
alojó en la residencia palaciega de los marqueses de Selva Alegre y fue
recibido por otras importantes familias nobles de Quito.
El
22 de marzo de 1803 llegó con una fragata española de Guayaquil (Ecuador) a
Acapulco, el puerto mexicano del Pacífico. Visitó las cercanías y las describió
en su diario, antes de proseguir su viaje el 29 de marzo por Chilpancingo y
Taxco hasta la Ciudad
de México.
En
un México construido con las ruinas de la capital de los aztecas, Humboldt
descifró el calendario azteca o Piedra del Sol que fue desenterrado en la plaza
mayor e hizo varias excursiones por los alrededores. Visitó las minas de
Pachuca, Real del Monte, Morante y Guanajuato.
En
enero de 1804 Humboldt regresó a la alcantarilla de Huehuetoca y escribió sobre
su penosa construcción, lamentando sobre todo las inhumanas condiciones de
trabajo para los indios. Estuvo muy activo en la ciudad de México, planeó
perfiles geológicos y las condiciones en las cuales encontró los institutos
fueron descritas perfectamente ante todo debido a que los blancos e indios trabajaban
juntos.
Después
de cinco años de viaje, Humboldt regresó con su material científico a París y
fue recibido y celebrado por una multitud, pasando después algún tiempo
analizando los resultados de su expedición.
En
1805, Carlos de Montúfar viajó a España llevando varias cartas de recomendación
del alemán. Durante algún tiempo, además, recibió ayuda económica de Humboldt.
VIAJE A ESTADOS UNIDOS Y RUSIA
El
remate a la gran experiencia americana fue una visita a Estados Unidos, donde
Humboldt ya era considerado como investigador y científico de gran prestigio.
Su visita fue aprovechada por el presidente Thomas Jefferson, quien lo tuvo
tres semanas como huésped en Washington D.C. y Filadelfia.
En
1827 regresó a Berlín, siendo nombrado chambelán del rey y se convirtió en uno
de sus principales consejeros, por lo que realizó diferentes misiones
diplomáticas.
Dos
años después, atendiendo un encargo del Zar realizó un viaje por la Rusia asiática, el que a fin
de cuentas resultaría el último viaje importante de su vida, en el curso del
cual visitó Dzhungaria (frontera con China) y el Altai.
Durante
los últimos años de su vida se concentró principalmente en la redacción de un
Cosmos monumental, con una visión global de la estructura del Universo.
Tras
haber gastado toda su fortuna, murió en 1859 sin dejar descendientes, siendo
sus restos sepultados en el panteón de Tegel.
Curiosamente,
pese a su gran influencia en todo el mundo, su obra es relativamente poco
conocida en su país, Alemania.
El
legado de Alexander Von Humboldt es extraordinario, dado que su obra
bibliográfica es muy extensa y su contribución al mundo de la ciencia muy
valiosa. El explorador, humanista, geógrafo y naturalista alemán es considerado
uno de los últimos ilustrados.