(2ª
Parte)
VIAJE
A NUEVA ANDALUCÍA
Una vez conseguida la libertad,
permaneció en La Española durante cuatro años sin mucho que hacer, hasta que en
1508 se enteró de que el Rey Fernando el Católico había llamado a concurso la
gobernación y colonización de Tierra Firme, y que abarcaba las tierras entre el
cabo Gracias a Dios (entre Honduras y Nicaragua) y el cabo de la Vela (en
Colombia).
Juan de la Cosa fue a España y se
presentó en representación de Ojeda, aunque también en dicho evento apareció
Diego de Nicuesa, que rivalizaba con Ojeda por las tierras a colonizar. Como
ambos candidatos poseían buena reputación y tenían simpatías en la Corte, la
Corona prefirió dividir la región en dos gobernaciones: Veragua al oeste y Nueva
Andalucía al este, con límites en el golfo de Urabá. Así Ojeda recibía la
gobernación de Nueva Andalucía, mientras que Nicuesa recibía Veragua. Esta
capitulación fue firmada el 6 de junio de 1508.
A Santo Domingo partieron los nuevos
gobernadores para formar las flotas expedicionarias. Sin embargo, existía una
disparidad entre la flota de ambos, destacando que Nicuesa poseía grandes
riquezas y más crédito de parte de las autoridades coloniales, y que pude
atraer a más de 800 hombres, muchos caballos, cinco carabelas y dos
bergantines. En cambio, Ojeda sólo reunió algo más de 300 hombres, dos
bergantines y dos barcos pequeños.
Debido a las disputas acerca de qué
lugar exacto en el golfo de Urabá sería el límite de ambas gobernaciones, el
asistente de Ojeda, Juan de la Cosa, señaló que el límite exacto sería el río
Atrato, que desembocaba en dicho golfo.
El 10 de noviembre de 1509 logró
partir de Santo Domingo, unos días antes que Nicuesa, poco después de nombrar
Alcalde Mayor al bachiller Martín Fernández de Enciso, un acaudalado abogado
que tenía órdenes de fletar una embarcación con más provisiones para ayudar a
Ojeda cuando fundara una colonia en Nueva Andalucía. Procurando evitarse
problemas con los indígenas de su región, el nuevo gobernante pidió que se
redactara una extensa y curiosa proclamación en la que invitaba a los nativos a
someterse al Imperio español, ya que de lo contrario serían sometidos a la
fuerza. Dicha proclamación fue hecha por el escritor Juan López de Palacios
Rubios y contó con la aprobación de las autoridades españolas.
Ojeda llegó a la bahía de Calamar, en
la actual Cartagena (Colombia), ignorando las órdenes de su subalterno De la
Cosa de no establecerse en la zona. Después de desembarcar se encontró con
varios indígenas y envió a unos misioneros a que recitaran la extensa proclama
en voz alta junto con intérpretes que hablaban la lengua indígena. Sin embargo,
los nativos estaban bastante molestos por dicha proclama, así que Ojeda mostró
baratijas a los indígenas, y esto provocó que se enojaran y comenzaran a luchar
contra los españoles. Combatió y venció a los indígenas de la costa;
aprovechando esta ventaja para perseguir a algunos de ellos que se habían
adentrado en la selva y llegó hasta la aldea de Turbaco, donde sufrió la ira de
los indígenas que cogieron desprevenidos a los españoles. En esta
contraofensiva murió Juan de la Cosa, que sacrificó su vida para que Ojeda
escapara, y murieron casi todos los que le acompañaban. Ojeda tuvo que huir
para salvarse con un solo hombre apenas y llegar ileso a la orilla del mar,
donde pudo ser rescatado por la flotilla estacionada en la bahía.
Poco después llegó la flota de
Nicuesa, quien, preocupado por la pérdida que había tenido Ojeda, le cedió
armas y hombres, y luego lo acompañó, olvidándose de las diferencias entre
ambos gobernadores, para vengarse contra los indígenas de Turbaco, los cuales
fueron masacrados en su totalidad.
De vuelta en la bahía de Calamar,
Nicuesa se separó de Ojeda en dirección mar adentro hacia el oeste y rumbo a Veragua,
mientras que Ojeda siguió recorriendo las costas de Nueva Andalucía hacia el
suroeste, hasta llegar al golfo de Urabá, donde fundó un asentamiento, en
realidad el fuerte de San Bartolomé de Urabá. Era el 20 de enero de 1510.
GOBERNADOR
DE NUEVA ANDALUCÍA Y URABÁ
La expedición de Ojeda fue
problemática, dado que no habían pasado muchos días cuando dentro del fuerte
creció la escasez de alimentos, incrementándose el clima insalubre que afectaba
a los colonos, además de la amenaza persistente de los indios urabaes, quienes atacaban a los
españoles con flechas envenenadas, de las cuales el mismo gobernador quedó
herido en una pierna.
Habían pasado ocho meses y medio desde
que partió de Santo Domingo y haber fundado San Sebastián, y la prometida ayuda
del bachiller Fernández de Enciso aún no llegaba. Entonces encargó a Francisco
Pizarro, un joven soldado en aquel entonces, que protegiera el sitio y se
mantuviera con los habitantes durante cincuenta días hasta que Ojeda regresara,
pidiéndoles que de lo contrario volvieran a Santo Domingo. Pero Ojeda jamás
regresó a San Sebastián y, pasado el tiempo previsto, Pizarro decidió volver en
los dos bergantines junto con setenta colonos. Poco después Fernández de
Enciso, junto con Vasco Núñez de Balboa, socorrió a los pocos supervivientes
del lugar. Posteriormente, el fuerte fue incendiado por los indígenas de la
región.
NAUFRAGIO
EN CUBA
Tratando de buscar ayuda, Ojeda se
embarcó rumbo a Santo Domingo en el bergantín de Talavera con setenta hombres
que lo acompañaban, pero el pirata apresó a Ojeda y se negó a liberarlo,
esperando lograr un rescate. Sin embargo, un violento huracán azotó la
embarcación y Talavera tuvo que pedir la colaboración de Ojeda, también marino.
La tormenta arrastró la nave y ésta naufragó en Jagua Sancti Spíritus, al sur
de Cuba. Así Ojeda y Talavera con sus hombres, decidieron recorrer la costa sur
de la isla a pie, hasta punta Maisi, desde donde luego se trasladarían hasta La
Española.
Surgieron muchas dificultades y la
mitad de los hombres murieron por el hambre, las enfermedades y las penurias
que tuvieron que vivir en el camino. Ojeda, además, siempre cargaba con una
imagen de la Virgen María que llevaba consigo desde la primera vez que se
embarcó a América (1493) e hizo la promesa de que le dedicaría un templo, que
haría levantar en el primer poblado indígena que encontrara en su camino y
donde fueran recibidos con buenas intenciones.
Poco después, con una docena de
hombres y el pirata Talavera, llegaron a la comarca de Cueybá, donde el cacique
Cacicaná trató amistosamente y cuidó a Ojeda y a los demás hombres, que a los
pocos días terminaron recuperándose del viaje. Ojeda cumplió su promesa y
levantó una pequeña ermita de la Virgen en el poblado, una ermita que sería
venerada por los aborígenes de la comarca. Allí fue socorrido por Pánfilo de
Narváez y fue después a Jamaica, isla en la que Talavera fue apresado por
piratería. Después llegó a La Española, donde muy exhausto se enteró que el
refuerzo de Fernández de Enciso se había encontrado con Pizarro cerca de
Cartagena. Fue Vasco Núñez de Balboa quien indicó que aquel era el lugar
apropiado para fundar en Tierra Firme: un paraje junto al río Tanela, donde no
había indios flecheros. Allí se erigió la ciudad de Santa María la Antigua del Darién,
lugar que fue la base del descubrimiento del Pacífico y de la colonización de
Panamá.
Tras el fracaso del viaje a Nueva
Andalucía, Ojeda no volvió a dirigir ninguna otra expedición y renunció a su
cargo de gobernador.
Pasó los últimos cinco años de su vida
en Santo Domingo, donde vivió triste y deprimido. Más tarde se retiró al
monasterio de San Francisco, lugar en el que murió poco después, en 1515.
Su última voluntad fue que lo
sepultaran bajo la puerta mayor del monasterio, para que su tumba fuera pisada
por todos los que llegaban a entrar en la iglesia, como pena por los errores
que había cometido en su vida.
Cuatro siglos después, la tumba de
Ojeda desapareció del monasterio sin dejar rastro, debido a la guerra civil que
sufrió la ciudad de Santo Domingo en 1965.
El escritor español Vicente Blasco
Ibáñez en su novela El caballero de la
Virgen, relató la vida del gran viajero y conquistador Alonso de Ojeda.
El también escritor Alberto
Vázquez-Figueroa en su novela Centauros
también relató las andanzas y viajes de Alonso de Ojeda.