AMERIGO VESPUCCI (1451 – 1512) (1ª Parte)




Nacido en Florencia (Italia), fue un navegante que trabajó al servicio del reino de Portugal y de la Corona de Castilla. Considerado el primer europeo en comprender que las tierras descubiertas por Cristóbal Colón conformaban un nuevo continente, por ésta razón el cartógrafo Martín Waldseemüller en su mapa de 1507 utilizó el nombre de “América” en su honor como designación para el Nuevo Mundo.
Fue el tercero de los hijos de Nastagio Vespucci, un notario y acomodado comerciante florentino, y Lisa di Giovanni. Su tío fue el ilustrado fraile dominico Giorgio Antonio Vespucci, dueño de una de las principales bibliotecas de la ciudad, quien tuvo a su cargo la educación del joven. Giorgio donó en 1450 su colección de libros a la ciudad, y por la misma época había abierto una escuela para los hijos de los aristócratas florentinos en su convento de San Marcos.
Allí formó a Amerigo en las ciencias, especialmente en las enseñanzas de Aristóteles y Ptolomeo sobre astronomía, cosmografía y geografía; en la lectura de los clásicos y particularmente en el dominio de la lengua docta: el latín.
Amerigo adquirió una especial predilección por Virgilio, Dante y Tetrarca. Los escritos del gran viajero Marco Polo también adquirieron una marcada influencia en la curiosidad e interés por alcanzar nuevos horizontes.
La familia Vespucci pertenecía al selecto círculo de amistades de los Médici de Florencia, y sus miembros formaban parte en general de la élite culta. Como prueba de la sólida posición financiera del clan, Nastagio encargó al famoso pintor florentino Doménico Ghirlandaio un retrato de familia que ocuparía una pared de la iglesia construida por otro miembro de los Vespucci en 1483. En aquel momento, Amerigo tenía 19 años de edad.
En 1478 la enérgica reacción de los Médici a la Conspiración de los Pazzi precipitó el enfrentamiento de Florencia con el papa Sixto IV y causó la guerra con Nápoles. Dado el desorden reinante, Lorenzo el Magnífico decidió enviar un embajador permanente a la corte de Luis XI en París con el fin de estrechar alianzas contra el enemigo común. Eligió para ello a Guidantonio Vespucci, otro de los tíos ilustres de Amerigo, quien asistió como secretario personal.
Francia se hallaba inmersa en varias guerras e intrigas políticas contra sus rivales y enemigos, y la actividad diplomática de los Vespucci fue muy intensa. Allí prosiguió sus estudios avanzados, aprendió las sutilezas de la negociación y escribió muchos escritos a la Signoría sobre sus actividades, los cuales se encuentran conservados en el Archivio di Stato de Florencia. Después de la firma de la paz con Nápoles y de la normalización de relaciones con el Papado, tío y sobrino regresaron a Florencia en 1480.
La fortuna de los Vespucci estaba en lenta decadencia desde hacía décadas, y su padre veía en Amerigo al emprendedor que salvaría el destino de la familia; pretendía que el joven se dedicara exclusivamente a los negocios del clan. Finalmente consiguió que desistiera de estudiar en la universidad de Pisa y, merced a las gestiones de Guidantonio, que se empleara en cambio en Florencia, a las órdenes de Lorenzo di Pierfrancesco de Médici y su hermano Giovanni. Trabajó para ellos durante los siguientes dieciséis años.
El mayor erudito en la geografía de su tiempo era Paolo Toscanelli, director de la biblioteca del convento de San Marcos en donde Amerigo había estudiado, y había sido coleccionista y manufactor prolífico de mapas. Aunque no existe una evidencia concreta, es casi seguro que estuvieron en contacto y que fue Toscanelli el que plantó en la mente del joven la idea de navegar hacia el Occidente en busca de nuevas tierras.
El padre de Amerigo falleció en abril de 1483, época en que Florencia empezaba a convulsionarse por la elocuente denuncia moral del fraile Girolamo Savonarola. De acuerdo a su testamento, el muchacho se convirtió entonces en el principal responsable de las finanzas familiares. Tenía experiencia en ese terreno: se le había nombrado síndico de los bienes confiscados a los conspiradores Pazzi y estaba por acceder al notariado de la Signoría. Sus dos hermanos, Girolamo y Bernardo, no estaban en cambio a la altura de la responsabilidad: eran de carácter vagabundo y bohemio, y habían encontrado otros destinos muy alejados de la ciudad.
Del estudio de su correspondencia del periodo, se deduce que Vespucci fue padre de una hija natural, aunque no se conoce ni su nombre ni el de su madre.
Durante estos años pudo haber hecho contacto con algunas de las encumbradas personalidades, entre ellas el humanista Johannes Reuchlin, y a través de éste, con Martín Behaim, navegante y cartógrafo adelantado a su tiempo.

VIAJE A SEVILLA
Con el tiempo supo ganarse la confianza y admiración de sus empleadores, quienes le asignaron una nueva misión: a partir de 1489, Vespucci se desempeñó como auditor y administrador a cargo de una agencia bancaria de los Médici en la ciudad de Sevilla, cuyas cuentas hasta aquel momento habían sido manejadas de forma poco clara. La península Ibérica era en esta época un próspero centro mercantil y aseguraba grandes oportunidades de negocios. La incorporación a Castilla del reino nazarí de Granada era inminente: ya habían caído Málaga y Almería y la toma de Granada no parecía lejana. El trono estaba bajo el firme mando del rey Fernando II de Aragón y su esposa, Isabel I de Castilla. Siguiendo instrucciones de Pierfrancesco, investigó los antecedentes financieros de otro florentino: Juanoto Berardi, proveedor de esclavos y aprestos navieros, con quien luego entró en sociedad comercial y de quien se hizo amigo. La sociedad duró hasta la muerte de éste último en diciembre de 1945. El negocio estaba relacionado con el armado y aprovisionamiento de barcos, una actividad que había crecido de forma considerable a lo largo del siglo XV.
La flamante empresa de los italianos participó como subcontratista en los preparativos de todos los viajes de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo. Berardi, apoderado del Almirante, contribuyó al financiamiento del primero de ellos y por su intermedio Vespucci y Colón entablaron una perdurable amistad. Con el auge de las expediciones a las Indias, la empresa de los florentinos se vio beneficiada hasta el punto en que requirió una dedicación casi total de Vespucci.
Tras la muerte de Berardi, Vespucci se convirtió en su ejecutor testamentario y tomó las riendas de los negocios. Actuando como su albacea pudo disponer de los bienes necesarios para organizar una expedición a las Indias. En efecto, ganó mucho dinero que utilizó en parte para mantener a varios miembros de la familia, caídos en desgracia. En sus labores como banquero y proveedor de bagajes navieros también había acumulado gran cantidad de contactos con personas de influencia y amplió sus conocimientos teóricos de navegación con algo más cercano a la práctica. A mediados de 1496 Colón regresó de su segundo viaje y en una reunión con Vespucci, ambos conversaron sobre los nuevos descubrimientos; Amerigo, al parecer fue algo escéptico sobre las afirmaciones del Almirante, que sostenía haber alcanzado el extremo oriental de Asia. La entrevista incrementó en Vespucci la curiosidad por el enigmático territorio y tuvo entonces la determinación de que, a pesar de su edad (tenía ya 40 años), realizaría un viaje a las tierras para investigarlas por sí mismo. Reunía en efecto muchas condiciones para ser un marino exitoso: las conexiones políticas, la tradición familiar de comerciante y negociador, la inclinación por las matemáticas y el conocimiento geográfico y astronómico.
Vespucci realizó una o dos expediciones bajo las órdenes del rey Fernando. Su segundo viaje, entre 1499 y 1500 pudo ser un encargo de la Corona para verificar las afirmaciones de Colón sobre sus hallazgos y está relativamente bien documentado. El primero, entre 1497-98-99, es mucho más dudoso y sus circunstancias son altamente cuestionables

EN EL REINO DE PORTUGAL
Poco después de su regreso a puerto, recibió una invitación del rey Manuel I de Portugal para presentarse en su corte: quería aprovechar la experiencia de Vespucci, por aquel entonces uno de los que mejor conocía la costa del Nuevo Mundo, y contratarlo como piloto bajo bandera lusitana. El florentino rechazó la oferta, tal vez por presión de las autoridades castellanas, pero ante la insistencia del monarca terminó aceptando y salió de Sevilla de improviso.
De este hecho hay dos interpretaciones: o bien se trató de una mera aventura individual del navegante, o quizá una maniobra de espionaje concertada con la Corona castellana para obtener información sobre los conocimientos marítimos portugueses (una práctica común en ambos bandos en aquellas épocas).
En vista de esta decisión, resulta un hecho significativo que el gobierno del rey Fernando le hubiera ofrecido encabezar una expedición compuesta por tres naves, No se conocen los motivos ni detalles del desarrollo de los acontecimientos, pero Vespucci terminó declinando la oferta de la Corona, llegando a la conclusión de que sólo tenía posibilidades de éxito si navegaba bajo bandera portuguesa, quizás porque los barcos lusitanos eran más veloces, maniobrables, resistentes y confiables que los castellanos.
Hasta ese momento, los Reyes Católicos estaban más interesados, como cualquier monarca de la época, en la adquisición de nuevas tierras que en la mera exploración con fines científicos. Algunos autores creen que la consecuente negativa del rey a financiar el proyecto de Amerigo de alcanzar el océano Índico (en la actualidad Golfo de Bengala) y la isla de Taprobane (la actual Sri Lanka) fue determinante para que el navegante decidiera abandonar Castilla. Sea como fuere, la decisión de Vespucci fue tomada públicamente como una suerte de deslealtad hacia el trono español.
El rey lusitano le pidió que acompañara la expedición de tres naves que se iniciaría en Lisboa. Sería conocido como el tercer viaje y se considera verídico por la mayoría de los investigadores. Su propósito era avanzar hacia el Nuevo Mundo, pero sin colisionar con lo descubierto por los castellanos y por lo acordado en Tordesillas. Por el contrario, la escuadra debería dirigirse hacia el suroeste, hasta donde se encontrara tierra.

REGRESO A SEVILLA
Vespucci permaneció en Portugal hasta finales de 1504 y luego regresó a Sevilla, en donde residiría hasta el final de su vida.
La situación interna en Castilla era muy distinta: la reina Isabel había fallecido y su esposo Fernando había asumido la regencia de la hija y heredera, Juana, apodada después “la Loca”. El monarca deseaba transformar a su reino en una potencia marítima siguiendo las políticas que Enrique el Navegante había aplicado en Portugal más de setenta años atrás, y Vespucci estaba en sus planes: una vez que el florentino se hubo afincado en los reinos de Castilla y de León, lo naturalizó castellano en 1505.
En febrero de aquel mismo año, Cristóbal Colón envió una carta a su hijo Diego en la que no ahorró términos elogiosos para con el florentino, demostrando que al menos hasta aquel momento, no había existido ningún conflicto entre ambos exploradores.
Vespucci se casó con una mujer llamada María Cerezo muy posiblemente ese mismo año. Se desconoce casi todo sobre ella, aunque se cree que la relación entre ambos se remontaba al primer periodo sevillano del navegante.
El rey Fernando preparó una reunión con Vespucci y Vicente Yánez Pinzón, en la que se estudió una nueva política marítima que tendría dos metas: el afianzamiento del poder castellano en la región del Caribe; y el descubrimiento de un paso meridional para llegar hasta Asia, De esta manera se uniría la voluntad de Amerigo a la experiencia de Pinzón para formar un ambicioso plan de expansión en ultramar. Esto terminó de consolidar a Vespucci como uno de los más respetados navegantes al servicio de Castilla. Recibió del rey Fernando la orden de preparar, junto con Yánez Pinzón, una expedición destinada a las islas de la Especiería, a bordo de una flotilla cuyas naves se construirían en Vizcaya. La escuadra que buscaría el mencionado Paso del Sur estaría a cargo de los dos navegantes. A pesar de que todos sus preparativos fueron llevados a término, este viaje nunca se llevó a cabo, pues el interregno de Felipe el Hermoso, luego de la Concordia de Villafáfila de 1506 introdujo una serie de demoras e incertidumbres en el proyecto que terminó imposibilitando su concreción. El plan de Fernando debería proseguir -al menos durante algún tiempo- centrado exclusivamente en el desarrollo del Caribe.
En 1507 (o tal vez en 1508) habría realizado su último viaje, el sexto, tan mal documentado y dudoso como el anterior.
El 26 de noviembre de 1507 fue invitado a participar como cartógrafo experto en la Junta de Burgos, junto con Yáñez Pìnzón, Juan de la Cosa y Juan Díaz de Solís. En febrero de 1508 se realizó la reunión presidida por el rey Fernando, que ya había recuperado el gobierno de Castilla tras la muerte de Felipe el Hermoso. Allí se decidió retomar los planes de exploración del Nuevo Mundo, en especial los concernientes al Paso del Sur, que habían perdido fuerza durante la intervención de su yerno. El rey comisionó a Yáñez Pinzón y a Díaz de Solís para la búsqueda de este camino a la Especiaría.
Vespucci deseaba organizar una expedición propia lo antes posible, pero en la reunión se estableció que jugaría un nuevo papel que lo mantendría en tierra firme: el 22 de marzo el rey Fernando lo nombró “Piloto Mayor de Castilla”, dependiente de la recién creada Casa de Contratación, con lo cual debió dejar a un lado sus planes de viaje. Sus funciones serían las de enseñar las habilidades de la navegación (en especial el manejo del cuadrante y del astrolabio), cosmografía y pilotaje en la nueva escuela naval de la ciudad; de seguir y calificar el progreso de los aprendices; de aplicar sanciones por violación de las normas; de inspeccionar instrumentos de navegación e investigar sobre los problemas relacionados con la actividad. Además, tenía a su cargo la responsabilidad de los registros cartográficos e hidrográficos, sendo una labor central la confección del Padrón Real, el mapa donde figurarían todos los hallazgos nuevos.
Esencialmente, Vespucci tenía control de todos los viajes bajo bandera castellana y, por lo tanto, del comercio marítimo. A pesar del sueldo de 75.000 maravedíes anuales, estas labores lo frustraron rápidamente. El rey, a buen seguro con el acuerdo de su comisión de consejeros en temas navales (Juan de la Cosa, Vicente Yánez Pinzón, Juan Díaz Solís, y el propio Vespucci) lo había nombrado piloto mayor precisamente para que introdujera a los pilotos españoles en el uso de métodos astronómicos, sustituyendo sus viejas prácticas de estima, y para que los examinara, asegurándose de su competencia, pero él encontraba que sus jóvenes alumnos eran reacios a aprender sus lecciones. De todas formas, su influencia en el siglo de los descubrimientos fue decisiva: los mejores pilotos del país pasaron por su escuela, que abrió el camino para la dramática expansión española de ultramar del siglo y medio siguiente; inspiró también a muchos expedicionarios con las ideas de una hipotética ruta a Asia a través del extremo meridional de Sudamérica. Entre sus innovaciones destacó su orden de construir en Vizcaya barcos con el casco revestido de plomo para otorgarles una mayor resistencia en los traicioneros arrecifes y bancos de arena de las aguas del Caribe.
Fue también proveedor de consejos y opiniones al arzobispo y luego cardenal Francisco Ximénez de Cisneros, sobre la estrategia de administración por la que Castilla debería asegurarse el dominio efectivo de sus nuevas dependencias..
Solía tener un buen pasar económico, aunque no incurría en lujos. Vivía en una casa en la calle Del Rey, alquilada a su vecino de al lado, el obispo Juan Rodríguez de Fonseca. Tenía dos criados blancos y cinco esclavos: cuatro mujeres y un varón. Una de ellas, llamada Isabel, dio a luz a un niño y una niña en esa misma casa. Con base en ciertos indicios del testamento de Vespucci, Varela Bueno no descarta que, como no era raro en la época, fueran los propios hijos del navegante.
                                               
                                                   Continuará