MARCO POLO (1ª Parte)

“ Desde que Nuestro Señor modeló con sus manos a Adán, nuestro primer padre, y a Eva, hasta hoy no ha habido nadie, cristiano, sarraceno, pagano, tártaro, indio o cualquier otro hombre, que haya visto, conocido o estudiado tantas cosas en las diferentes partes del mundo, ni tan grandes maravillas como el citado señor Marco Polo; ningún otro hizo tantos viajes ni tuvo tantas ocasiones de ver y comprender ”
                                                                        Rusticello de Pisa (1298)


Desde los tiempos más antiguos, el viajero que retorna cumple su misión de cronista. Traslada sus experiencias a aquellos que quieran escucharle. Informa, trae conocimientos, asesora, comunica…
El viaje de Odiseo de Troya hacia Itaca, su isla natal, fue contado allá por el siglo IX a.C. por el gran Homero. Más tarde, un cronista como Herodoto, contó sus viajes por Asia Menor, su peregrinar por el norte de África y por el Mar Negro en el siglo V a.C.  Pero el gran cronista fue, sin duda, Marco Polo (1254-1324).
Es imposible adivinar el gran impacto de una Europa medieval frente a las descripciones de Marco Polo sobre la vida de palacio en una China lejana, desconocida, exótica y con frecuencia cargada de todo un anecdotario de magias, hechizos, encantamientos y sortilegios.
Asimismo, con sus escritos llegaron relatos sobre Siam (actualmente Tailandia), Cipango (Japón), Java, Cochinchina (una región de Vietnam), Seilán (Sri Lanka), Tíbet, India y el reino de Mien (Birmania).
Debemos pensar que se convirtió en la única fuente de información y referencia sobre la geografía y costumbres de una gran parte del mundo conocido hasta entonces.

En el otoño de 1298, Marco Polo, prisionero de guerra veneciano de edad mediana, estaba en una cárcel genovesa.  Pasaba el tiempo contando un extraordinario viaje que había hecho en otro tiempo.  Las noticias sobre su pasado corrieron por Génova y la gente empezó a acudir a la prisión para oírle hablar de las legendarias tierras del gran Kublai Khan, emperador de los mongoles. Salpicaban sus relatos los templos dorados, las minas de rubíes y otras maravillas que había visto en sus viajes  por el Oriente, así como los suntuosos palacios y la deslumbrante vida cortesana del Gran Khan, que sobrepujaba en refinamiento y elegancia todo lo conocido en la Europa medieval.
Entre los compañeros de cárcel de Marco estaba un tal Rusticello, escritor de la corte y autor de romances de caballerías que era nativo de Pisa.  Tan cautivado como los demás con aquellas aventuras, persuadió a Marco de que pidiera a Venecia los libros de notas que había compilado para Kublai.  Aprovechando aquellas historias y agregando algún que otro embellecimiento literario de su cosecha, Rusticello completó un manuscrito sobre los viajes precisamente antes de la liberación de Polo en 1299. Poco después se hicieron varias traducciones que circularon por Europa.  El libro empezó llamándose sencillamente “Descripción del mundo”, pues no era otra cosa y cubría más latitudes geográficas que ninguna otra obra de entonces.  Pero no tardó en ser conocido como “El libro del millón de maravillas del mundo”, porque aludía burlonamente a las grandes cifras que daba Polo al mencionar los ingresos y riquezas del Khan. Aunque hubo muchos lectores incrédulos, la narración de Polo despertó la admiración europea, que duraría siglos, hacia las riquezas y maravillas del fabuloso Lejano Oriente.                  
En el siglo Xlll, a medida que la vieja Europa iba saliendo del aislamiento de la Edad Media, se entregaba con afán a un comercio creciente -aparte de las guerras- en el Cercano Oriente.  Su población en rápido aumento y su desarrollo urbano habían incrementado la demanda de bienes y, como los señores feudales desdeñaban el comercio, surgió una nueva clase media de mercaderes en las villas y ciudades. Ninguna más propicia para las empresas comerciales que Venecia, situada en el Adriático y con la mirada puesta hacia el este. Fue en aquella ciudad próspera y refinada donde en 1254 nació Marco Polo.

COMO SE INICIÓ LA AVENTURA

Unos meses antes del nacimiento de Marco, su padre Nicolo y su tío Mateo, mercaderes de joyas, emprendieron un viaje de negocios a Constantinopla.  Los años transcurrían, y el comercio impulsaba a los Polo hacia Oriente, hasta que llegaron a Bujará (situada en la actual Uzbekistán), en el interior de las tierras gobernadas por los mongoles o tártaros, como solían llamarlos los europeos. Allí pasaron los hermanos Polo hasta tres años, temerosos de moverse dado que la región estaba infestada de ejércitos de guerreros y multitud de bandidos. Transcurrido algún tiempo, el enviado de un potentado local invitó a Nicolo y Mateo a acompañarlo a la corte de Kublai Khan en China. Ambos aceptaron el ofrecimiento de aquel señor, pues advirtieron en el acto la oportunidad única de emprender el comercio directo con el más lejano Oriente, evitando así a los intermediarios árabes y persas, y dichosos de salir de Bujará sin problemas. En 1265, después de un arduo viaje, Nicolo y Mateo fueron recibidos por Kublai, nieto del emperador más poderoso que el mundo hubiera conocido, Gengis Khan. En las décadas anteriores les habían precedido otros europeos, mercaderes y frailes muy especialmente, en territorio mongol, pero Nicolo y Mateo Polo fueron los primeros que visitaban China y eran presentados en la corte imperial. Muy curioso acerca del mundo entero, el emperador Kublai mostró extraordinario interés en conocer el cristianismo, acaso por razones políticas, por ello, cuando los Polo iban a partir de regreso, les pidió que llevaran una carta al Papa, solicitando que enviara sabios sacerdotes a la corte mongol e invitó cordialmente a los hermanos a que volvieran a China con aquellos religiosos, dándoles una tablilla de oro inscrita que les garantizaría el retorno seguro a su patria. “Volved junto a vuestro Papa y pedirle en mi nombre que mande cien hombres bien enterados de vuestros principios para poderse enfrentar con los budistas. Que demuestren su poder venciendo a los sacerdotes budistas y poniendo de manifiesto que también disponen de fuerzas sobrenaturales. Si me dan ese testimonio, me haré bautizar como cristiano”, les dijo el emperador.
En 1269, los hermanos Polo estuvieron de vuelta en Venecia. Fue entonces cuando supo Nicolo que su esposa había muerto después de dar a luz a un hijo, Marco, al que había encomendado a unos parientes. 
Marco, con quince años de edad, era un muchacho bueno y listo y por ello su padre decidió llevarlo consigo cuando regresara a la corte de Kublai Khan. Por aquel entonces, el Sumo Pontífice Clemente IV acababa de fallecer y los cardenales aún no habían determinado un sucesor, de ahí que la misión de los hermanos Polo con el encargo realizado por Kublai Khan no pudo llevarse a cabo. Apremiados, sin duda, por sus intereses mercantiles, decidieron no esperar más tiempo y volver a China sin el encomendado mensaje papal.                                           
Dos años más tarde, Marco salió por mar desde Venecia acompañado de su padre y su tío, rumbo a Catai (nombre utilizado en la Edad Media europea para designar a China), viaje que representaba un tercio de la vuelta al mundo. Desembarcaron en Acre, último reducto de los cruzados en Tierra Santa y allí encontraron al legado papal que les permitió recoger aceite de la lámpara del Santo Sepulcro, en Jerusalén, tal y como les había solicitado Kublai Khan para su madre que era cristiana. Entretanto, llegaron noticias desde Roma que hablaban de la proclamación de un nuevo Pontífice, Gregorio X, quien se mostró interesado en la misión de los hermanos Polo, por ello mandó retenerlos en Acre y con posterioridad les hizo entrega de un mensaje para el emperador mongol. Sin embargo, los esfuerzos del Papa para satisfacer la solicitud del emperador KubIai Khan habían fracasado: no eran un centenar, sino solamente dos frailes los que decidieron unirse a la aventura de los Polo.  Más adelante, una vez ya en camino, a los religiosos los sobrecogió el pánico y temieron por su seguridad. Fingiéndose enfermos, decidieron volver atrás y como consecuencia los venecianos tuvieron que continuar solos el resto del viaje.
Los hermanos Polo organizaron una caravana con camellos, caballos y servidumbre y una vez hechos los preparativos, retomaron la marcha que habría de poner a prueba su valor y su resistencia física. Ante ellos se ofrecía la inmensidad de Asia. El joven Marco, amante de la naturaleza y la aventura, empezó a llevar un diario de la expedición. Como tenía habilidad para las cosas prácticas y los negocios, así como una mente impresionable, viva e indagadora, no se extendió acerca de las molestias personales del largo viaje, sino que sólo consignó todo lo que le parecía extraño y maravilloso: gentes de extrañas costumbres, fuentes de un extraño aceite (petróleo), exóticas aves de caza, salinas, feroces animales y minas de rubíes, entre otras muchas cosas.                                                                                                               
Con la esperanza de evitar las regiones donde los cruzados y los musulmanes seguían luchando, la pequeña caravana se dirigió al norte. Al aproximarse al mar Negro, torcieron al este y pasaron cerca del monte Ararat, donde se creía que había encallado el arca de Noé. Todo este territorio era familiar a los mercaderes europeos, pero no al joven Marco, y le sorprendió la vista de un manantial del que brotaban grandes cantidades de petróleo, un aceite que no se usaba como alimento, según llegó a comentar en sus escritos, sino como ungüento para tratar la sarna del hombre y el camello y para quemarlo en lámparas.  Las gentes de Mesopotamia y los persas usaban desde hacía mucho el aceite fósil o petróleo para alumbrarse y calentarse, pero para un europeo medieval aquello era cosa nueva, pues lo mismo que los romanos y los egipcios, empleaban con tales fines el aceite de oliva, menos eficaz.
Más adelante, la caravana se adentró en la mítica Persia y se detuvieron en Saveh, de donde se cree en el mundo cristiano que habían partido los Reyes Magos siguiendo la estrella hacia Belén. Marco oyó contar que sus cuerpos estaban perfectamente preservados en unas tumbas y trató en vano de averiguar algo más. Con posterioridad se cree que fueron destruidas y ya no se supo nunca más su exacto emplazamiento.
Lo que sí llegó a describir fue que en algunas de aquellas ciudades, los hombres se dedicaban al comercio y trabajaban en oficios que concernían a la ropa, no en balde se fabricaban de forma muy habitual telas de oro y seda.
A partir de entonces, los Polo llegaron a regiones remotas y poco accesibles, donde las incomodidades y riesgos del viaje eran grandes. La caravana apenas avanzaba lo que ellos esperaban, por helados pasos entre montañas, desiertos pedregosos y cuencas de sal ardiente, donde la única agua potable era de un verde bilioso.
Al llegar a Kermán, los Polo pensaron continuar en ruta hacia China por mar, de modo que torcieron al sur, hacia Ormuz, puerto del golfo Pérsico. De camino, pasaron por pueblos ocultos detrás de altas paredes de barro para protegerse de los bandidos que solían asaltar caravanas.  Marco llegó a relatar que, sin apenas percatarse, un grupo numeroso de estos bandidos cayó sobre la caravana en medio de una tempestad de polvo cegadora. Por fortuna lograron escapar hasta dar con un pueblo, pero muchos de sus compañeros de caravana fueron capturados y otros resultaron muertos. Cuando llegaron  a Ormuz, a orillas del golfo Pérsico y bajo un clima bochornoso, les bastó echar una ojeada a las frágiles naves ancladas en su puerto, de planchas "cosidas" con fibras de cocotero, para cambiar de opinión a propósito del viaje por mar, y regresaron a Kermán. A partir de aquel momento, decidieron tomar la llamada Ruta de la Seda, que los conduciría hasta Balj, al norte de Afganistán.
Balj había sido una ciudad de palacios de mármol, capital de la antigua Bactriana, donde Alejandro Magno casó con la hija del rey persa Darío. Pero los venecianos la encontraron convertida en ruinas calcinadas, cincuenta años después de haber sido arrasada por Gengis Khan. Los Polo dejaron Balj atrás y pasaron a Badajshán, provincia montañosa al norte del Hindu Kush, donde las mujeres se rellenaban las caderas para aumentar su atractivo, y había minas de rubíes y del mejor lapislázuli del mundo.  Marco llegó a consignar: "En esta provincia nacen las piedras preciosas que son bellas y de gran valor.  Nacen en las rocas de la montaña… El rey la manda horadar sólo para él, y nadie puede ir a esa montaña para buscar los balax, so pena de muerte; tampoco se pueden sacar del país... porque si el rey permitiera extraerlas, llegarían a abundar tanto que perderían su valor”.
La región era también famosa por su clima salubre. "En las cimas de las montañas el aire es tan puro y saludable, que es conocido por restaurar la salud". Marco lo atestiguó por experiencia propia, pues luego de estar confinado por enfermedad durante varios meses en esta región, le recomendaron subir a las colinas y acabó curándose.

A TRAVÉS DEL ASIA CENTRAL

Partidos de Badajshán, los Polo cruzaron Chescemir (Cachemira) por la meseta del Pamir.  Marco hablaba de "carneros salvajes muy grandes, cuyos cuernos medían sus buenos seis palmos.  Con estos cuernos hacen los pastores grandes cuencos para comer".  Estos notables animales, llamados carneros de Marco Polo, siguen siendo una caza mayor muy estimada.
Los Polo siguieron su camino por la meseta de 3.600 metros de altitud.  “Está enclavada entre cordilleras tan altas que no se ven pájaros por las cumbres y los fuegos no dan el mismo calor que a menor altura”.
La primera ciudad china que los acogió fue Kashgar, situada en plena Ruta de la Seda.
“La tierra es fértil y produce todo cuanto se necesita para la vida”, escribió Marco.
De las montañas descendieron al Sinkiang (región autónoma uigur de Xinjiang), una zona templada con oasis verdeantes y jaspe en los lechos de los ríos.  Llegados a la ciudad de Lop, se dispusieron a cruzar el sur del desierto de Takla Makan. Según Marco, quienes se proponían cruzar el desierto debían descansar una semana en esta ciudad para cobrar fuerza y disponerse para la jornada, cargando con suficientes provisiones.
"La longitud del desierto es tal, que se dice que llevaría un año o más cabalgar de un cabo al otro. Aquí, donde es más angosto, se tarda un mes en atravesarlo". El desierto de Takla Makan tenía fama de ser morada de espíritus malignos que arrastraban a los viajeros a la destrucción, llamándolos por su nombre y adoptando la apariencia de sus compañeros.
Antes de encontrarse con el Gran Khan aún les aguardaba el último reto importante: el desierto de Gobi.
Los Polo tomaron precauciones y cruzaron felizmente el desierto traicionero debido a sus arenas susurrantes y a sus espejismos.
Durante varias semanas bordearon los límites meridionales del desierto de Gobi.  Llegaron a Kumul y penetraron en Mongolia, al oriente de Asia. Viajaban entonces por regiones habitadas por tártaros. Marco anotaba todo lo que veía, y oía, desde el auténtico origen del amianto (que los europeos medievales creían que era lana de salamandra), hasta una gigantesca estatua yaciente de Buda.  Realizó asimismo una de las primeras observaciones exactas acerca de los mongoles.
"Los tártaros prósperos se visten con paños de oro y seda, con pieles de cibelina, de armiño y de otros animales, siempre de la manera más rica… Son valientes en la batalla, casi hasta la temeridad... Soportan toda suerte de privaciones y, si es preciso, pueden vivir un mes entero de la leche de sus yeguas y de las piezas que por azar lleguen a cazar…
Los varones aprenden a pasar a caballo dos días con sus noches, sin desmontar; así duermen mientras los caballos pacen. No hay pueblo en el mundo que los supere en fortaleza ante las dificultades, ni de mayor paciencia en las penurias de toda especie… Si las circunstancias lo imponen, pueden viajar hasta diez días sin encender una hoguera ni comer como es debido. Se alimentan de la sangre de sus caballos; les abren una vena y beben de sus propias monturas”.
Los Polo se aproximaban por fin a su destino. Habían recorrido unos 13.000 kilómetros de terreno difícil en los tres años y medio transcurridos desde su salida de Venecia. Advertido de su llegada, el Gran Khan mandó salir a su encuentro y dio órdenes para que en todos los lugares por donde pasaran se les proporcionase todo lo necesario.

                                                                                        Continuará……