FRANCISCO VAZQUEZ DE CORONADO (1510 – 1554)



Explorador español nacido en Salamanca en el seno de una familia de hidalgos, de muy joven emprendió viaje a Nueva España con el virrey Antonio de Mendoza. Tres años después de su llegada fue nombrado gobernador y sofocó una revuelta indígena en Culiacán, evitando con ello la retirada de los españoles y contribuyendo al esplendor de ciudades como Guadalajara.

ANTECEDENTES DE LA EXPEDICIÓN
En 1528 naufragó en las costas de Florida una expedición encabezada por Pánfilo Narváez. De ella hubo cuatro supervivientes, que atravesaron a pie y durante ocho años el actual suroeste de los Estados Unidos y norte de México hasta llegar a Culiacán Sinaloa, donde encontraron una villa española. De esa expedición, Alvar Núñez Cabeza de Vaca escribió una narración titulada Naufragios. En ella describió sus aventuras y las de sus tres compañeros: Alonso del Castillo Maldonado, Andrés Dorantes de Carranza y un esclavo llamado Estebanico. Éste último fue el primer hombre nacido en África que puso pie en lo que hoy son los Estados Unidos de América. Estebanico era musulmán de la etnia bereber (actual Marruecos), en la costa atlántica del continente africano. Estos náufragos encontrados en la Nueva España en 1536, escucharon rumores de los indios de que más al norte había ciudades colmadas de minerales y riquezas.
Con esos antecedentes fue enviado el fraile Marcos de Niza a un viaje exploratorio en 1539 y regresó hablando de las riquezas de siete ciudades de oro llamadas Cibola, de las cuales había oído hablar en su viaje. Esto despertó el interés de Coronado, que decidió partir en busca de esa mítica ciudad.
La expedición tuvo lugar en 1540. En ella tomaron parte unos 800 indígenas mexicanos y unos 340 españoles que habían aportado dinero propio para financiar el viaje. Vázquez de Coronado hipotecó las posesiones de su mujer y pidió prestados 71.000 pesos de plata para financiar la expedición. Hay que tener en cuenta que un trabajador de la época ganaba alrededor de 100 pesos de plata al mes. En la expedición iba una mujer, Francisca de Hoces, con su marido, Alonso Sánchez, que era zapatero en la ciudad de México.
En el grupo iban también once capitanes y varios hombres que habían convivido con los indios durante diez años o más. Llevaban doce cañones, abundante munición, 150 soldados a caballo y 200 infantes, ganado vacuno y semillas.

LA GRAN EXPEDICIÓN
El viaje se puso en marcha en 1540 y además de los que partieron por tierra el 26 de febrero, desde Compostela, Nayarit, en aquellos días capital de la provincia llamada reino de la Nueva Galicia, el virrey envió paralelamente otra expedición hacia California, formada por navíos que les seguían por mar al mando de Fernando de Alarcón. La expedición partiría el 9 de mayo de aquel año y se adentraría siguiendo la costa de la Nueva España en el interior del golfo de California, para luego seguir hacia el norte hasta Yuma, en la actual Arizona.
A los pocos días de la partida, los víveres comenzaron a escasear y unos diez caballos fallecieron por portar pesadas cargas y no recibir los alimentos necesarios para continuar. Tras recorrer 150 kilómetros, en marzo, buscaron comida en Chametia entre los indios que allí se encontraban, pero los indios se resistieron y organizaron una trampa en la que el segundo de Coronado, Lope de Samaniego, murió de un flechazo. Tras esto, Coronado organizó una represalia contra los indios y capturaron a ocho indígenas que fueron ejecutados. Dos capitanes que se habían adelantado regresaron debido a lo escarpado del terreno y al mal tiempo, sin haber encontrado la ciudad. Siguieron tomando rumbo al norte por la costa occidental de la Nueva España hasta Culiacán, Sinaloa.
Desde allí una fuerza más pequeña, al mando de Tristán de Luna y Arellano continuó aún más al norte y tomó los pueblos de los zuñi en julio de 1540, pueblos que les habían dicho ser las siete ciudades doradas de Cibola.
En agosto de 1540, Coronado mandó grupos de exploración para informarles sobre todo. Al este mandó a su nuevo segundo, García López de Cárdenas, exploró el oeste, en la zona de los indios hopi y encontró el Cañón del Colorado. El capitán Hernando de Alvarado se fue hacia el este con un cacique con mostacho al que apodaron “Bigotes”, quien presentó a los españoles a varias tribus a lo largo del río Grande. Hernando quiso seguir explorando más, pero “Bigotes” les dijo que estaba cansado y les proporcionaría un guía. Este nuevo guía usaba un sombrero muy particular, propio de la tribu pawnee, que a los españoles les recordaba a un sombrero árabe y por eso le apodaron “el turco”. Encontraron un poblado llamado Tigüez, cerca de la ciudad de Santa Fe, Nuevo México, a orillas del río Grande, y Hernando mandó una misiva a Coronado para instalar allí el campamento y reunirse con ellos en ese paraje, próximo al río Grande (río Bravo para los mexicanos), cosa que hizo. Allí los españoles necesitaron ropa y otras enseres, y las tomaron de los indios, incluso ofreciendo dinero a cambio, pero los indios se negaron y, eso, sumado a otros episodios, provocó un levantamiento de los indios de Tigüez, que empezaron a matar los caballos de los españoles. La expedición fue atacada varias veces por los nativos, pero las fuerzas de Vázquez de Coronado las repelieron con éxito. Durante aquel invierno hubo varios enfrentamientos.
“El turco” habló de Quivira, un rico país al noroeste. Coronado decidió ir en su busca, tomando al citado “turco” como guía. Atravesó el Llano Estacado, la pradera de los Grandes Llanos y continuó su marcha hacia el norte. Sin embargo, Coronado descubrió que el guía le estaba engañando o al menos eso creyó, y lo hizo ejecutar. Otros guías lo condujeron hacia Quivira, y encontró un pequeño pueblo cerca del actual Lindsborg, Kansas. La desilusión se repitió, los indios quivira, después conocidos como wichita, no disponían de ninguna riqueza, su poblado era de cabañas con techo de paja y ni siquiera tenían joyas de oro.
La expedición se internó hasta el cañón de Palo Duro, Texas, en busca de oro, y allí dejó Coronado la mayor parte de sus hombres, prosiguiendo a caballo con treinta expedicionarios en búsqueda de otro mito, la ciudad de Quivira, supuestamente llena de riquezas.
En 1542 regresó a la Nueva España por la misma ruta que había utilizado. Sólo cien de sus hombres volvieron con él. Aunque la expedición fue un fracaso, continuó como Gobernador de Nueva Galicia hasta 1544. Después se retiró a la ciudad de México, donde murió en 1554.

LEGADO
En su viaje, García López de Cárdenas (miembro de su expedición) descubrió el cañón del Colorado, y reunió valiosa información sobre el suroeste norteamericano.
A Francisco Vázquez de Coronado le recuerdan algunas islas, avenidas, escuelas, hoteles, urbanizaciones, centros comerciales y miles de negocios del suroeste de Estados Unidos y norte de México, llevando su apellido, Coronado.
En su ciudad natal, Salamanca, y en un buen número de ciudades españolas, existen vías públicas que llevan su nombre.
Su sobrino, Juan Vázquez de Coronado (1523-1565) llevó a cabo la conquista de Costa Rica y se distinguió por su proceder humanitario. El rey Felipe II le concedió en 1565 el título hereditario de Adelantado de Costa Rica, que ostentaron sus descendientes hasta 1823.