Explorador
español nacido en Salamanca en el seno de una familia de hidalgos, de muy joven
emprendió viaje a Nueva España con el virrey Antonio de Mendoza. Tres años
después de su llegada fue nombrado gobernador y sofocó una revuelta indígena en
Culiacán, evitando con ello la retirada de los españoles y contribuyendo al
esplendor de ciudades como Guadalajara.
ANTECEDENTES DE LA EXPEDICIÓN
En
1528 naufragó en las costas de Florida una expedición encabezada por Pánfilo
Narváez. De ella hubo cuatro supervivientes, que atravesaron a pie y durante
ocho años el actual suroeste de los Estados Unidos y norte de México hasta
llegar a Culiacán Sinaloa, donde encontraron una villa española. De esa
expedición, Alvar Núñez Cabeza de Vaca escribió una narración titulada Naufragios. En ella describió sus
aventuras y las de sus tres compañeros: Alonso del Castillo Maldonado, Andrés
Dorantes de Carranza y un esclavo llamado Estebanico. Éste último fue el primer
hombre nacido en África que puso pie en lo que hoy son los Estados Unidos de
América. Estebanico era musulmán de la etnia bereber (actual Marruecos), en la
costa atlántica del continente africano. Estos náufragos encontrados en la Nueva España en 1536, escucharon
rumores de los indios de que más al norte había ciudades colmadas de minerales
y riquezas.
Con
esos antecedentes fue enviado el fraile Marcos de Niza a un viaje exploratorio
en 1539 y regresó hablando de las riquezas de siete ciudades de oro llamadas
Cibola, de las cuales había oído hablar en su viaje. Esto despertó el interés
de Coronado, que decidió partir en busca de esa mítica ciudad.
La
expedición tuvo lugar en 1540. En ella tomaron parte unos 800 indígenas
mexicanos y unos 340 españoles que habían aportado dinero propio para financiar
el viaje. Vázquez de Coronado hipotecó las posesiones de su mujer y pidió
prestados 71.000 pesos de plata para financiar la expedición. Hay que tener en
cuenta que un trabajador de la época ganaba alrededor de 100 pesos de plata al
mes. En la expedición iba una mujer, Francisca de Hoces, con su marido, Alonso
Sánchez, que era zapatero en la ciudad de México.
En
el grupo iban también once capitanes y varios hombres que habían convivido con
los indios durante diez años o más. Llevaban doce cañones, abundante munición,
150 soldados a caballo y 200 infantes, ganado vacuno y semillas.
LA GRAN EXPEDICIÓN
El
viaje se puso en marcha en 1540 y además de los que partieron por tierra el 26
de febrero, desde Compostela, Nayarit, en aquellos días capital de la provincia
llamada reino de la Nueva Galicia, el virrey
envió paralelamente otra expedición hacia California, formada por navíos que
les seguían por mar al mando de Fernando de Alarcón. La expedición partiría el
9 de mayo de aquel año y se adentraría siguiendo la costa de la Nueva España en el interior del
golfo de California, para luego seguir hacia el norte hasta Yuma, en la actual
Arizona.
A
los pocos días de la partida, los víveres comenzaron a escasear y unos diez
caballos fallecieron por portar pesadas cargas y no recibir los alimentos
necesarios para continuar. Tras recorrer 150 kilómetros, en
marzo, buscaron comida en Chametia entre los indios que allí se encontraban,
pero los indios se resistieron y organizaron una trampa en la que el segundo de
Coronado, Lope de Samaniego, murió de un flechazo. Tras esto, Coronado organizó
una represalia contra los indios y capturaron a ocho indígenas que fueron
ejecutados. Dos capitanes que se habían adelantado regresaron debido a lo
escarpado del terreno y al mal tiempo, sin haber encontrado la ciudad.
Siguieron tomando rumbo al norte por la costa occidental de la Nueva España hasta Culiacán,
Sinaloa.
Desde
allí una fuerza más pequeña, al mando de Tristán de Luna y Arellano continuó
aún más al norte y tomó los pueblos de los zuñi
en julio de 1540, pueblos que les habían dicho ser las siete ciudades doradas
de Cibola.
En
agosto de 1540, Coronado mandó grupos de exploración para informarles sobre
todo. Al este mandó a su nuevo segundo, García López de Cárdenas, exploró el
oeste, en la zona de los indios hopi y
encontró el Cañón del Colorado. El capitán Hernando de Alvarado se fue hacia el
este con un cacique con mostacho al que apodaron “Bigotes”, quien presentó a
los españoles a varias tribus a lo largo del río Grande. Hernando quiso seguir
explorando más, pero “Bigotes” les dijo que estaba cansado y les proporcionaría
un guía. Este nuevo guía usaba un sombrero muy particular, propio de la tribu pawnee, que a los españoles les
recordaba a un sombrero árabe y por eso le apodaron “el turco”. Encontraron un
poblado llamado Tigüez, cerca de la ciudad de Santa Fe, Nuevo México, a orillas
del río Grande, y Hernando mandó una misiva a Coronado para instalar allí el
campamento y reunirse con ellos en ese paraje, próximo al río Grande (río Bravo
para los mexicanos), cosa que hizo. Allí los españoles necesitaron ropa y otras
enseres, y las tomaron de los indios, incluso ofreciendo dinero a cambio, pero
los indios se negaron y, eso, sumado a otros episodios, provocó un
levantamiento de los indios de Tigüez, que empezaron a matar los caballos de
los españoles. La expedición fue atacada varias veces por los nativos, pero las
fuerzas de Vázquez de Coronado las repelieron con éxito. Durante aquel invierno
hubo varios enfrentamientos.
“El
turco” habló de Quivira, un rico país al noroeste. Coronado decidió ir en su
busca, tomando al citado “turco” como guía. Atravesó el Llano Estacado, la
pradera de los Grandes Llanos y continuó su marcha hacia el norte. Sin embargo,
Coronado descubrió que el guía le estaba engañando o al menos eso creyó, y lo
hizo ejecutar. Otros guías lo condujeron hacia Quivira, y encontró un pequeño
pueblo cerca del actual Lindsborg, Kansas. La desilusión se repitió, los indios
quivira, después conocidos como wichita, no disponían de ninguna
riqueza, su poblado era de cabañas con techo de paja y ni siquiera tenían joyas
de oro.
La
expedición se internó hasta el cañón de Palo Duro, Texas, en busca de oro, y
allí dejó Coronado la mayor parte de sus hombres, prosiguiendo a caballo con
treinta expedicionarios en búsqueda de otro mito, la ciudad de Quivira,
supuestamente llena de riquezas.
En
1542 regresó a la Nueva España
por la misma ruta que había utilizado. Sólo cien de sus hombres volvieron con
él. Aunque la expedición fue un fracaso, continuó como Gobernador de Nueva
Galicia hasta 1544. Después se retiró a la ciudad de México, donde murió en
1554.
LEGADO
En
su viaje, García López de Cárdenas (miembro de su expedición) descubrió el
cañón del Colorado, y reunió valiosa información sobre el suroeste
norteamericano.
A
Francisco Vázquez de Coronado le recuerdan algunas islas, avenidas, escuelas,
hoteles, urbanizaciones, centros comerciales y miles de negocios del suroeste
de Estados Unidos y norte de México, llevando su apellido, Coronado.
En
su ciudad natal, Salamanca, y en un buen número de ciudades españolas, existen
vías públicas que llevan su nombre.
Su
sobrino, Juan Vázquez de Coronado (1523-1565) llevó a cabo la conquista de
Costa Rica y se distinguió por su proceder humanitario. El rey Felipe II le
concedió en 1565 el título hereditario de Adelantado de Costa Rica, que
ostentaron sus descendientes hasta 1823.